miércoles, 16 de febrero de 2011

#12 Las manadas de la Universidad y el lobo estepario

Yo pensaba que sería distinto, que no siempre iba a ser igual, que cuando cambiase de lugar iban a cambiar muchas cosas, pero sin embargo, todo sigue igual.
Me refiero a la Universidad. Bueno, no a la Universidad en sí misma, si no a la gente de la Universidad.
Y es que, por mucho que hable con mis compañeros y compañeras, y por mucho que intente integrarme, no encuentro mi sitio, a esa persona con la que hablar no solo de tonterías y las mismas conversaciones una y otra vez.
A veces me entristece sentir que a pesar de llevar ya casi cinco meses en la Universidad no estoy realmente bien con nadie allí.
Se podría decir que he hablado con todos y cada uno de mis compañeros al menos una vez, que me he preocupado incluso por ellos y que incluso me he echado unas risas. También puedo decir que con algunas de mis compañeras si que he salido a cenar, tomar unas copas, de tiendas o simplemente a pasear, para intentar ver si así, fuera de los muros de la Facultad la cosa cambia y puedo encontrar un punto en común con alguna de ellas. Pero es inútil. No encuentro mi sitio entre mis compañeros.

Al llegar a clases siempre estoy con un grupo de compañeras, que siempre llegan las primeras, y se como pueden ser un poco cada una de ellas, incluso me han contado cosas que para ellas son importantes, o simplemente chismes y anécdotas graciosas y quizás un poco personales.
Al acabar las clases teóricas siempre voy con dos chicas, que son con las que más tiempo paso, pero... no entiendo su humor ni sus conversaciones. Una de ellas tiene mi edad, y la otra es tres años mayor que yo, pero aún así... no encuentro divertido ni interesante sus temas de conversación. Hablan siempre sobre las mismas cosas y los mismos temas, sobre lo desgraciadas que son a veces (cosa que me atrevo a cuestionar en mi interior siempre porque realmente se quejan de niñerías).Al menos con ellas puedo ir a la cafetería y tomarme algo mientras conversan y las escucho. A veces pienso en intervenir pero me da la sensación de que ambas están ya demasiado unidas (si, en tan poco tiempo) y me hacen sentir una intrusa a veces.
Me gusta hablar a veces con chicas que se que no tienen nada que ver conmigo pero que siempre están alegres y haciendo bromas entre ellas. Son simpáticas, pero la mayoría muy superficiales. Me lo imaginaba antes de conocerlas y ahora puedo confirmarlo en algunas de ellas.
Luego están los chicos, que son solo seis u ocho. Con algunos hablo más y con otros en cambio creo que aún no he cruzado palabra. Al menos hay un chico que si tiene temas interesantes de vez en cuando, pero se preocupa demasiado por ser siempre el mejor cueste lo que cueste, y eso no me trasmite mucha confianza.
Y por otra parte los alumnos más mayores, que rondan los treinta e incluso los cuarenta. Algunos de ellos creen que con su edad van a saber más que todos nosotros, por el hecho de ser más jóvenes y pensar que estamos siempre de juerga. Vale que tengan experiencia en muchas cosas de la vida, pero en materia académica ahí todos somos neófitos. Muchas veces se quejan de que intentan integrarse con los demás peor que es complicado, y puede que tengan razón, pero por mi parte no he tratado nunca, creo recordar, de forma distinta a ninguno de ellos.

Pero a pesar de estar en un grupo de más de sesenta personas, no hay ninguna a la que desee ver con muchas ganas cada día ni con la que se aun verdadero disfrute hablar o tomar algo. Y no me gusta esta sensación.

Pienso, tengo amigos, afortunadamente podría decir que bastantes, y siempre estoy deseando verles y estar con ellos, pero en la facultad no hay nadie así. ¿Será la competitividad? ¿O es que realmente en cualquier ámbito académico siempre voy a estar así?

No lo se, la verdad, pero como ya he dicho, no me gusta nada, porque realmente me esfuerzo por congeniar verdaderamente con alguien, pero hasta día de hoy... nada de nada.

En el Instituto pasaba lo mismo, aunque allí al menos si que tenía a los que ahora son mis amigos, no muchos, pero por lo menos los tenía a ellos, y les agradezco haberme acompañado en aquella etapa. Muchas gracias chicos, no sois tan pocos como pienso ni tanto como pensáis.

Al menos las clases me gustan. Qué digo me gustan... ¡me encantan!
El cuatrimestre pasado si es cierto que desde el comienzo fue muy duro, algunos profesores impartían las clases de un modo extraño y estaba a menudo en tensión, otros eran estrafalarios pero sin embargo explicaban muy bien, aunque a su manera, y a otros, simplemente, nunca los llegué a tragar (a pesar de que la asignatura que impartían me gustase mucho).
Este cuatrimestre en cambio me encuentro muy tranquila y con ganas de hacer mil cosas. Por un lado voy a iniciar una investigación sobre aprendizaje como alumna interna junto a otros cuatro compañeros (de los cuáles a día de hoy solo conozco a uno de ellos), y por otro, hay algunas asignaturas, como Motivación y Emoción, que me están entusiasmando desde el primer día.

Intentaré (como ya hago) disfrutar de cada clase y dar lo máximo que pueda dar e intentar seguir conociendo a mis compañeros al mismo tiempo que me aguanto las ganas de levantarme e irme a cualquier sitio a estar tranquila. Aunque por suerte siempre tengo mis cascos a mano y la música nunca falla cuando necesitas desconectar un poco. Hay que seguir, como sea y con quien quiera trazar el camino contigo...


sábado, 12 de febrero de 2011

#11 De Espaguetis, Rosas y Días Rojos

Comienzo esta entrada escuchando "Always On My Mind" de El Rey, son las 1:12 h. de ya un Sábado día 12 de Febrero, y aún quedando dos días para esa fecha que todos los comercios nos obligan a recordar, como es San Valentín, yo estoy aquí metida en la cama, escribiendo a quien quiera perder algunos minutos de su tiempo en regalármelos a mi junto a un precioso bouquet de rosas rojas.

Tenía ganas de escribir justo en este momento una entrada que llevo retrasando ya muchos días y que varios de vosotros habéis estado recordándome que escribiera. "Si tu última entrada fue un suspiro que anunciaba que solo quedaba una semana para tu libertad, queremos saber qué está pasando justamente en la semana de libertad" Y tenéis razón, no siempre voy a estar contandóos entradas llenas de agobios, estrés e historias que se nadie quiere leer. Cada uno tenemos nuestras cosas, nuestros propios pequeños o grandes problemas, pero esto también me sirve a mi de balsa.

Pues bien, me alegro en comunicaros que, efectivamente, terminé esas dos dichosas semanas de exámenes, noches en vela y de apuntes que inundaban mi habitación. Por fin terminé la agonía de los nervios al amanecer, la incertidumbre ante una nueva prueba, que como novata, adquiría un carácter especial.

Justo el día antes de realizar mi primer exámen, un amigo, a la vez que me deseaba suerte me decía que ese primer exámen universitario sería recordado con mucho cariño. Y no se equivocaba. Ahora, que puedo respirar con tranquilidad, sonrío y recuerdo mis nervios, las caras de todos mis compañeros asustados. Parecíamos animales de laboratorio temerosos de lo que iba a pasar.
Pero a decir verdad, ese primer exámen, y todos los que le siguieron, fueron bastante bien, y logré aprobar todas las asignaturas del ya pasado cuatrimestre (incluso llegando a sacar matrícula en la que más miedo me daba...)

Pero después de esas dos semanas, la cosa cambió totalmente, y el motivo de la tardanza de esta entrada ha sido sencillamente, que no he parado ni un momento.

¡Ah! Y no se me puede olvidar agradecer a un grupo de personas la fiesta sorpresa que me dieron por mi 19 cumpleaños justo el fin de semana antes de comenzar los exámenes. Me hizo todo mucha ilusión y me dio muchos ánimos para afrontar los días que vendrían. Os lo agradezco de todo corazón.

Ya en esta semana de libertad pensaba dormir mucho, pero no se si por suerte o por desgracia mi organismo se acostumbró a levantarse temprano y descansar únicamente ocho horas. Ni una más, ni una menos.
También pensaba salir bastante, y eso si que lo estoy cumpliendo a rajatabla.
He podido y aún continuo viendo películas atrasadas o series, luchando con la guitarra intentando sacar algunas canciones y aprender cada vez un poco más, leyendo algunos libros que comencé hace tiempo, reorganizando el caos en varios aspectos de mi día a día, pasar un poco más de tiempo con mi madre, ver a algunos miembros de la familia, y... aprender un poco de magia. Sí, sí, tal como lo léeis. Resulta que Él es mago, cartomago más bien, y como siempre se queda conmigo cada vez que me hace trucos he decidido intentar conocer un poco más el mundo de la cartomagia, y ahora soy aprendiz de aprendiz de magia (o algo así).

Lo cierto es que esta semana de "libertad" me ha venido muy bien, para serenarme y poner todo un poco en orden, y sobretodo para tomarme tiempo para mi misma y para Ti.

La razón del título es, bien sencilla. Y como toda cosa sencilla, grande a la vez =)

Antes de nada, tengo que decir que siempre he pensado que la fiesta de San Valentín es una fiesta superficial y materialista creada por los grandes almacenes para liquidar todo lo que ni siquiera en rebajas han conseguido vender, para gastar más dinero, etc, etc...
Siempre he sido de esas personas que ha pensado que no por ser 14 de Febrero vas a querer más a una persona, que eso debe ser el resto de los días del año con la misma intensidad, y todo eso.
Pero creo que a veces, incluso admitiendo todo esto, me ha servido también como consuelo al pensar que yo no tenía "Valentín".
A pesar de lo materialista y cursi que pueda llegar a ser esta fiesta, soy una romántica empedernida y esto hace que al ver en un solo día del año tantas manifestaciones de amor pues me resulte algo bonito. Al menos durante un día, todos nos ponemos de acuerdo en celebrar el amor, y si algún despistado o despistada no ha hecho los deberes otros días que sirva como compensación y recordatorio para que se ponga a ello.
La gente va a cenas, se regala cosas, van de viajes románticos, hacen declaraciones para reafirmar su amor, y locuras al gusto de la inventiva y la osadía de cada cual.

Este es mi primer año en el que si tengo a alguien con quien celebrar San Valentín y no pensábamos hacer nada en especial en un principio, pues nos damos cuenta de que para nosotros San Valentín es cada día que estamos juntos, pasando un día los dos, hablando de cualquier cosa, viendo alguna serie o película, paseando, haciendo la cena, tumbados en la cama y simplemente estar juntos

Hoy, bueno, ya ayer día 11, no me levanté muy bien... A veces tengo días así. Son días rojos, concepto que nadie mejor que Audrey sabe describir, así que os dejo con ella, para que entendáis lo que quiero decir...



¡Eso es! Son días en los que sin saber por qué tienes miedo... un miedo horrible que hace crecer un vacío en tu estómago.
Yo sustituyo en cambio el brillo y voluptuosidad de Tiffany's por un paseo al Sol, y con eso, logro calmar en cierta medida esa sensación.
¿Y sabéis que pasa? Que cuanto más feliz eres, más intenso es el miedo de esos dichosos días rojos, porque sientes que tienes mucho más que perder, que el dolor puede llegar a ser muy grande, y es entonces, cuando a veces ni los rayos del Sol logran hacer desaparecer ese incómodo vacío.

Hoy, fui a pasar la tarde a Su casa, y era inevitable que notase mi estado de ánimo.
Pero Él me abrazó, me besó e intentó hacer cambiar el color del día. Y en sus brazos el Sol se dio cuenta de que la fuerza de sus rayos no se podían comparar con el calor al tacto de su piel.
Y fuimos a por la cena, y compramos espaguetis, uno de mis platos favoritos, y de vuelta a casa no solo traíamos la pasta, si no que el color que por la mañana odié del día hizo teñir tres rosas rojas que me hicieron sonreír.

Y el día rojo se fue, porque ya era de noche y lo único rojo que ahora había eran esas tres rosas y nuestros labios desgastados.

Me parecía una fiesta bonita esa del 14... pero realmente, creo que ahora me doy cuenta que mi 14 es un 11, un 12 o un 26 de cualquier mes. Da igual el día o el momento, yo solo quiero que cuando tenga un día rojo, tú estés ahí para cambiar los colores, que cuando tú estés mal, me dejes a mí quitar las nubes grises.

Creo que si el miedo vuelve a aparecer, será mucho menos intenso. Solo tengo que recordar todo lo que me dices cada día y confiar en que es cierto y afirmarme que esta felicidad que ahora siento debo guardarla muy bien y hacerla crecer cada día más.