martes, 28 de junio de 2011

#21 Imperfecciones

Me gustan las imperfecciones. Pero ¿sabéis qué? Que no me había dado cuenta hasta hace muy poco.
Es curioso, pero la vida está llena de imperfecciones maravillosas que hacen que sea lo que es, que para cada persona tome un matiz distinto.

Quizás el hecho de ser muy perfeccionista desde siempre, de querer lo máximo, sobresalir (sin llamar la atención), intentar ser la mejor en algo que se que puedo serlo me haya llevado a estar en un estaod de continua tensión y quizás, muchas veces, muy triste y preocupada en exceso.

No soy perfecta. Ni yo ni nadie, y hay gente mejor y peor que todos. Es una observación evidente, pero que recuerdo aquí para decir que el camino están en hacer perfecto el camino. Eso no significa que tenga que ser el mejor ni el peor, sino que simplemente vivas lo que tengas que vivir.

Es Verano y las clases han acabado definitivamente, y por supuesto la temporada de exámenes. He sacado buenas notas en general, no pensaba adapatarme tan bien a la Universidad, y aunque sea que el próximo curso estaré incluso más tranquila, no ha estado tan mal. Quizás, como nuevo estreno de estudios universitarios, en Septiembre también voy a vivir algo nuevo, que siempre me ha aterrado vivir, y que luchaba por evitar que ese día llegara. Pero aquí estoy. Lo cierto es que al principio no estaba muy bien, pero bueno, siempre hay una primera vez para todo, y esto ya no es el instituto. No lo puedo conseguir todo en esta vida. Ni yo ni nadie, pero es un hecho, que para mi, que siempre he sacado buenas notas y mi media no bajaba del ocho y medioes bastante duro. ¡Si sólo suspendí un exámen en el instituto, imagináos lo que es para mi esto!
A parte de etso queda lo bueno, como el resto de notas, en las que hay sobresalientes y matrículas de honor, y todo lo que he aprendido, que ha sido muchísimo.

Recuerdo como el profesor de Psicología Social hacía bromas con un humor muy negro, y como la de Aprendizaje parecía que hablaba en chino. Lo embobadas que estábamos todas las chicas con el profesor de Psicobiología, y lo agradable que era la profesora de Metodología. Lo pasota y quizás un poco creído que era el profesor de Memoria, Atención y Percecpión (que era el mismo para todas esas) que ahora disfrutará de una estancia en Estados Unidos; lo humana y hippie que era mi profesora de Motivación y Emoción, que nos ha hecho reír y llorar como niños; lo revolucionario que era nuestro profesor iraní de Datos, la peculiar forma de dar las clases del profesor de Psicología de los Grupos, y el aspecto y trato casi militar del profesor de Sistémica.

Han pasado muchas cosas en este primer año de facultad (aunque yo me haya quedado con las enormes ganas de diseccionar un cerebro de cordero). En este año he tenido tiempo de estar con mis compañeros, de intentar conocerlos, y de estar sola, merendando en los bancos de la entrada, acompañada de un pequeño gato y negro que siempre estaba allí cuando iba a descansar de todo.  He aprendido mucho, y fe de ello son las dos enormes cajas de apuntes que he recopilado. Por no hablar de los libros y las fotocopias.

Ha sido un año duro, pero he aprendido mucho, no sólo conceptos teóricos o que me servirán en un futuro profesional, sino también como persona. He notado un cambio a la hora de percibirme a mí misma y a los que me rodean.

Me siento más humana, dentro de una compleja red de historias, pensamientos, emociones, ideas que van y vienen, que evolucionan, que se desarrollan. Yo ya sbaía que tenía que tomarme las cosas con más calma, que debía valorar las cosas tal y como son, pero no conocía hasta qué punto eso era necesario. Soy de esas personas que creen que todo pasa por un motivo, y que debe usarse en beneficio, como una enseñanza, como una posibilidad para autosuperarse y aprender. Tengo que volverme más niña, más serena, más natural... sin dejar de ser yo misma, claro, si no se perdería toda la gracia de mis muchas... imperfecciones.

Porque son esas pequeñas manías, aquellas que no hacen daño a nadie, ni a ti mismo ni al resto, las que te hacen ser distinto, o como algunas niñas quinceañeras dirían, "especiales".

Creo que el Verano también es una muy buena época para seguir aprendiendo, para seguir formándote en cosas que no te enseñan en los libros de texto ni en las clases magistrales. Tiempo para aprender y hacer muchas cosas, algunas insignificantes y otras no tanto.

Tengo que ver a toda esa gente a la que le he dicho "en veranito nos vemos, que entonces si tendré tiempo", y así volver  a ver a todas esas personas que hace mucho tiempo que no veo y a las que hecho de menos. Tengo que leer más, e ir más al cine, sobretodo tengo que ir al Cine Cervantes, y ponerme al día con muchas series, y dibujar. Intentar tocar más la guitarra, aunque me deje las llemas de los dedos en ella. Seguir aprendiendo a patinar, y coger el coche más a menudo, que desde que me saqué el carnét no lo he cogido a penas. Tengo que tomarme al menos un día 'forever alone', o dos, o tres... Y salir a pasear por el centro, por algunos parques, por el río... como hacía antes. También tengo que aprender fotografía con la futura Diana, que eso si será una aventura que tengo muchas ganas de iniciar. En Verano tengo que escribir más, tanto en el blog como en papel. Hacer visitas turísticas por mi ciudad y los pueblos cercanos. ¡Y hacer tortitas! ¡Y volver a tomarme ese batido de arándonos del verano pasado! Por supuesto, tengo que coger un poco de color, porque a este paso me cambiarán el nombre por el del fantasma de Canterville. ¡Y ver a los ZZ Top en Córdoba! Y pasar una noche entera durmiendo en el campo sobre un colchón. Y aprender a cocinar un poco. En definitiva... a vivir un poco de esta vida de pseudorelax que trae el Verano intentando no morir de calor.

¡Este Verano toca aprender de la vida! Toca darme cuenta de que el mundo no se acaba de un día para otro, que siempre hay algo peor y algo mejor, de que el camino consiste en hacer el camino, en luchar, en sonreír y llorar, en gritar, sola o acompañada... aunque siempre es mejor acompañada... de ti.

sábado, 18 de junio de 2011

#20 "Thought of You" by Rian Woodward


Y en el fluir y venir de las relaciones humanas, la complejidad, la magia y la intensidad se mezclan en una danza perfecta.

miércoles, 8 de junio de 2011

#19 Dícese de una entrada llamada "Sincera"

La pasada mañana de Sábado, mientras limpiaba y ordenaba mi habitación antes de ponerme a estudiar (cosa que debería estar haciendo ahora...), al abrir el armario decidí echar una ojeada a la enorme caja llena de recuerdos que llevo aumentando poco a poco desde que tenía diez años. Ahora, a mis diecinueve años, todo se ve muy distinto. Vi cajitas con recuerdos de algunos chicos, cartas de mis compañeras de clase y de mis amigos, recuerdos de viajes, campamentos, fiestas, y otras celebraciones, fotografías con amigas, la mayoría de mis agendas, que en el instituto me ayudaban a desahogarme y escapar un poco, a plasmar pensamientos y más recuerdos. Vi muchos de mis diarios, la mayoría de ellos, todos, menos los dos que compartí con unas compañeras de clase cuando tenía ocho y nueve años. Pero desde los diez, guardo todos los diarios y cuadernos que he ido escribiendo a lo largo de este tiempo. Sonreí al leer algunas ocurrencias y dibujos míos del pasado.

Volví a meterlo todo de nuevo en esa enorme caja rosa, y cogí una pequeña caja de bombones redonda en la que estaba guardando todos los recuerdos desde hace ocho meses. Cogí esa pequeñita caja al no poder seguir acumulando cosas en la anterior, y empecé a guardar todos esos pequeños recuerdos: entradas de cine, tarjetas de restaurantes, las gafas de un disfraz, regalos simbólicos, el envoltorio de un paquete de semillas que me regalaron y sembré, entradas de los conciertos y eventos a los que he asistido durante este año a día de hoy, incluso tickets de metro de algunas ciudades. Esta cajita es considerablemente más pequeñita, pero sin embargo, todos esos pequeños recuerdos me hacen sonreír de una forma mucho más destacada que los que están guardados en la enorme caja color rosa chillón.

Hace poco también recuperé algunos escritos que personas importantes en el pasado me regalaron o dedicaron y ahora mismo escucho un listado de canciones que poco a poco personas han ido haciéndolas especiales.

Me siento rodeada de recuerdos del pasado...

Y me gusta. Me gusta tener cosas que para el resto del mundo son insignificantes pero que para mí valen más que todas las riquezas reconocidas socialmente importantes de este mundo. Pero...

Creo que inicié una nueva fase de mi vida hace ya algunos meses y creo que es hora de escribir también sobre mi presente.

Y necesito crear nuevos recuerdos, dejar de dormir entre la melancolía y la morriña, dejar de pensar tanto en qué es lo que hice, cómo y con quién y realmente destacar todo aquello que está marcado por un "ahora".
Necesito un cambio, de esos radicales, que van desde dentro hacia afuera, por convicción y necesidad propia, por puro placer y porque... ya es hora.

Hace unas semanas, en un taller de la Universidad dedicado a las emociones negativas estuvimos tratando el tema de la ira. Yo soy una personas muy participativa en las clases, quizás demasiado, que casi siempre intenta colaborar en preguntas, repsuestas o aportando ideas o sugerencias. Pero ese día... permanecí callada casi toda la hora. Hablaron sobre cómo a las mujeres nos cuenta mucho más expresar nuestra rabia debido a las imposiciones sociales y culturales, de cómo nuestros seres queridos, con la mejor intención, intentan evitar su expresión y por tanto, hacer que la contengamos, junto con todas sus consecuencias negativas físicas, psíquicas y sociales. Hablaron también de la educación familair en el hogar, que debía fomentar la expresión de todo tipo de emociones en un entorno seguro, y así ir regulando el manejo de éstas, haciendo ver que la expresión de la rabia, el miedo o la tristeza no son signos ante el resto de personas ajenas a nosotros de debilidad, sino de autoconocimiento emocional. En ese momento, y aunque en mi garganta se había formado un denso nudo, tuve que hablar y confesar que yo nunca había contado con ese espacio y que precisamente me habían enseñado desde muy pequeña que no debía mostrar mis emociones en público. Tuve que dejar de hablar... pues si no, iba a romper a llorar. ¿Me habían forzado a aniquilar la expresión de mis emociones durante tanto tiempo? ¿En serio?

Hace unos días le comentaba a mi chico que tengo que dejar de tomarme las cosas tan en serio, que tengo que relajarme un poco más para así poder disfrutar de los que me rodean: familia, amigos, él... y sobretodo, disfrutar de mi misma.

Este mismo fin de semana, rodeados de gente y de luces, me encontré hablando con algunos amigos acerca del autoestima, de la estabilidad emocional, de nuestras opiniones sobre diversos temas personales, y me dio mucho que pensar.  Me dio que pensar en que si estábamos tan disgustados con algunas parte de nosotros, si éramos conscientes de que muchos de los problemas no radican en el otro sino en uno mismo, la llave para poder abrir la puerta para acceder a una vida emocional y personal mejor es mucho más fácil de conseguir que si pensamos que la culpa la tiene el otro, el ajeno, el externo a nosotros, a nuestros pensamientos y concepciones sobre el mundo.

Ayer una compañera destacó una manía mía que no me gusta en absoluto pero que ante mis nervios es una vía muy útil de escape aunque dañina. El que ella se diera cuenta y se percatara de esa manía me hizo sentir avergonzada, y fue la gota que colmó el vaso lleno del agua que necesita refrescarme por dentro y por fuera.
En el mismo día, y tras asistir a una tutoría con un profesor de la facultad para resolver algunas dudas de su materia, al despedimr me aconsejó, mirándome a los ojos y en tono preocupado, que por favor me relajase, que le daba la impresión de que era una chica que tendía asobrevalorar mucho las cosas y que eso no es bueno para mi; que debería valorar las cosas en su justa medida, tal y como son, para así poder disfrutarlas más. Baje la cabeza, también un poco avergonzada. Tenía razón.

Siempre me había escusado con que yo era así y siempre lo había sido, que era muy difícil cambiar eso, pero es que... no me ayudan ciertos aspectos de mi misma, y mi madurez también debería verse reflejada en la toma de buenas decisiones. Así que espero, poder conseguir mis objetivos marcados, y aunque se que será una tarea dura, quiero esforzarme y poder contar con la ayuda de los que me rodean de regular algunos tipos de comportamientos o pensamiento.

Durante una semana completa han pasado muchas cosas que a modo de indicaciones llenas de luces fluorescentes acompañadas con sonidos llamativos llamaban mi atención para parar este ritmo de vida emocional que llevo.

No estoy diciendo con todo esto, que la culpa de todo la tengo yo, pero si que está en mi el modo de llevar cada asunto vital y la forma de solucionarlo en mayor o menor medida. Y así, ante una de las conclusiones, como es la de que no debemos empezar por cambiarnos a nosotros mismos antes de cambiar a los demás, espero tomarme (después de los exámenes) largo tiempo para reflexionar, organizar mis ideas, buscar soluciones a problemas y seguir cultivando algunas cualidades ya existentes.

Se acerca el Verano, y quizás puede que la luz del Sol de calor a algunas formas de ver la vida, de quererse a una misma y a los demás y que así puedan crecer más fuerte. Espero que el Verano traiga el calor y rompa los fríos y antiguos esquemas con los que llevo viviendo demasiado tiempo.

Tiempo en el cuál, cada vez me voy dando cuenta, que la educación que he recibido, tanto en el colegio como en mi casa, no ha sido la adecuada. Mis tutores, tanto profesores como mis padres me han ayudado a encauzar mi camino de una forma adecuada ( o eso creo) en términos académicos, pero han obviado aspectos muy importantes sobre la inteligencia emocional y social, que ahora... debo aprender y hacer míos.

Un tipo especial de escuela creo que se abre ante mi... y espero poder aprobar todas sus asignaturas, que en comparación, son mucho más díficiles de superar que las de calculadora, lápiz y papel.
Inconscientemente... he estado redactando mi inscripción en esta escuela durante muchísimos años... tantos como los años que cuento con la capacidad de leer y escribir.

Ahora que lo pienso no he dejado de escribir desde que tenía siete u ocho años. Siempre he escrito en cuadernitos, en diarios, en blogs... Siempre he sentido la necesidad de dejar libres muchas emociones, pensamientos, sensaciones, vivencias... Ya que me estraba casi prohibido mostrarlas públicamente...

Me he hecho daño, sin ser totalmente consciente, durante mucho tiempo. A mi y quizás a muchos de los que han estado conmigo. Pero por fin me he dado cuenta de las cosas que debo cambiar, las cosas que debo mantener y otras... que quiero alcanzar. quieor crear nuevos recuerdos, y sonreír ante todos y cada uno de ellos en el futuro. Quiero amar esta vida tal y como es, sin esperar más ni menos.