martes, 8 de marzo de 2011

#14 Grito empañado

Si me preguntasen ahora mismo cómo estoy o qué me pasa, sencillamente no podría contestar a nadie.
El mero hecho de imaginarme la situación en la que tengo que explicar mi estado de ánimo actual hace que mi garganta se retuerza sobre sí misma formando un nudo realmente grande, difícil de liberar, si no es con las lágrimas que amenazan temerariamente con salir en desbandada a recorrer mis mejillas hasta rozar los labios que alcen un grito que llegue a desgarrar mi garganta.

No ha sido un mal día, realmente. Amaneció nublado y se ha llevado todo el día lloviendo. Mis pies, eso sí, han estado mojados casi todo el día. Creo que son el segundo par de botas que destrozo este año, no se cómo lo hago. Me levanté, desayuné galletas, y tras ducharme y arreglarme me dirigí a Inglés (llegando tarde como siempre...). Pero después de las clases de Inglés, me fui a comer con Él y a pasar unas horas en su compañía antes de que comenzasen las clases en la facultad. Una vez allí y aunque llegué tarde, pude enterarme de que las clases se suspendía para poder asistir así a una conferencia titulada "De los mitos románticos a la violencia de género" de la mano de Victoria A. Ferrer, coincidiendo justamente con el día de la mujer. Tras finalizar la conferencia, que por cierto, estuvo realmente interesante y entretenida, fui a la biblioteca a coger un libro que ya había caducado dos veces consecutivas y con el que además tuvieron que censurarme un día sin préstamos por retrasarme en su devolución. Ya con el libro en la mano ("El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks) fui en busca de alguna chocolatina a la cafetería, pues no había merendado y me moría por algo dulce. El día estaba acabando y solo me esperaba un viaje de aproximadamente tres cuartos de hora en el autobús para llegar a casa, poder cambiarme de ropa y descansar al fin.

Pero... a pesar de que había sido un día estupendo, la tarde no acabó del todo bien.

Antes, hasta hace no mucho, estar sola me ayudaba a pensar, a estar más tranquila, a poder serenarme, pero últimamente, me ocurre todo lo contrario.
Durante el viaje en autobús de esta tarde no podía entretenerme con nadie hablando, y no llevaba los cascos para escuchar música. No me atrevía a sacar el libro por miedo a que se mojase con las gotas de lluvia del abrigo o la mochila, ni podía entretenerme con el paisaje de la ciudad porque ya era de noche y las ventanas empañadas y llenas de gotas del autobús acortinaban todo el vehículo sin permitirme ver nada reconocible.

Comencé a recordar algo que había escuchado a algunas compañeras acerca de que a veces no sabemos si lo que somos es fruto de nuestros verdaderos intereses personales, o estamos controlados por lo que otros esperan de nosotros...

Justo en ese momento recibí un mensaje al móvil de la empresa en la que trabajo como auxiliar de servicios en un estadio de fútbol, recordándome que ese era el último aviso para confirmar mi asistencia el próximo fin de semana, si no, pasarían mi puesto a otra persona (y como consecuencia, perdería ese día de trabajo y su correspondiente salario). Pero yo no tenía saldo suficiente en el móvil para responderles en ese momento, y me puse un poco nerviosa.

De repente, pasé de estar preocupada por eso, a ser consciente de la cantidad de ataduras y responsabilidades que había empezado a adquirir de un tiempo a esta parte.
Por un lado estaba la Universidad, que era una presión similar a la del Instituto, pero no igual, en absoluto. aquí tienes que hacer TODO por ti misma, porque sabes que nadie te va a ayudar, que tienes un montón de trabajos en grupo en los que a veces tienes que aceptar cosas que no te gustan e intentar ceder para que el trabajo no sea demasiado pesado. La misma gente, además, ya ejerce una especie de presión sobre ti: sobre lo que ya, sin conocerte si quiera, debes o no debes de hacer, ya tienen prejuicios formados sobre ti, e incluso expectativas de resultados que puedes o no conseguir.
Luego esta la familia, que siempre ha estado ahí, pero que ahora, con más edad, o bien te dicen que ya a penas te ven ni hablas con ellos, o simplemente ves que discutís por tonterías.
Como novedad, desde Agosto del año pasado a esta parte está el tema laboral, que me ayuda a conseguir algo de dinero para lo que quiera sin tener que depender tanto de mis padres, pero que a veces me pregunto si realmente es necesario y útil estar aquí por unos cuantos euros, a mi edad, sin necesidades económicas familiares.
Por último están los amigos y la pareja, que no son ninguna carga (no es que lo demás lo sea, no quiero malinterpretaciones), pero a veces me culpo de no verles a todos lo suficiente, de no poder hablar con ellos lo que me gustaría, de estar perdiéndome cosas de cada uno de ellos por separado que antes no me perdía...
El sentido de la pareja también es un aspecto nuevo para mí, y en el que a veces intento dar lo mejor de mí misma sin tener la suficiente certeza de si hago lo correcto siempre o no.
Además, por mencionar como una pequeña observación, se me vino a la memoria fugazmente el hecho de que mi deseo de estar en la Cruz Roja como voluntaria se quedase en un mero proyecto de verano que no he podido continuar durante el curso, a pesar de que mi deseo era estar siempre ahí en la casa de acogida.

En resumidas cuentas, lo que vengo a dar a entender aquí, y explicar con palabras escritas, es que, esta tarde,  sola, en el autobús y con los pies mojados me he sentido perdida, sin saber qué hacer ni cómo hacerlo.
Esta tarde me he visto agarrada a mi maleta llena de libros conteniéndome las lágrimas para no llorar en medio de un autobús atestado de gente porque simplemente me costaba respirar, me costaba recordar quien soy, quien quería ser, a dónde quería ir yo en un principio...

De repente he querido desprenderme de todas esas ataduras a la vez y sin pensar, irme lejos, empezar a correr y llegar a ese lugar, ese Km 0 en el que volver a empezar, en el que poder verme con claridad en un espejo y decir con la boca abierta y el corazón limpio "ésta soy yo".


En ese autobús he sentido como cada uno de esos elementos que he mencionado ha tirado de mí fuertemente hacia un lado distinto, queriéndome llevar a aquel que poseyera más fuerza bruta y haciéndome romper en pedazos. En ese autobús y ahora aquí en mi habitación escribiendo esta entrada me he sentido y me siento mucho más vacía, mucho más nerviosa y alterada, más inestable, que hace un año. Un año atrás en el que deseaba estar en este momento y poder disfrutar de todo lo bueno que realmente se que tengo.

Pero sin embargo, vuelvo a recordar a esas compañeras que hablaban sobre la verdadera naturaleza de nosotros mismos y a veces me pregunto si realmente no juegan conmigo, si no soy más que instrumento para una u otra cosa, un camino para conseguir algo, un recipiente en el que volcar los deseos, los pensamientos, las frustraciones de otros. Yo no quiero ser nada de eso. No quiero. Me niego.

No quiero ser un algo. Yo quiero ser simplemente. Solo quiero ser yo misma.
No quiero ser alumna, hija, trabajadora, amiga o novia, simplemente. Antes de todo eso, solo quiero ser yo.

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