jueves, 31 de mayo de 2012

#53 Deseo de infancia robado

Esta entrada ni va a ser profunda, ni va a ser divertida, ni nada por el estilo, pero como es mi blog y lo uso para expresarme, me expresaré diciendo: ojalá te pille un camión mientras vas montado en mi bici, cabrón.

No suelo usar palabrotas, pero es lo mínimo que se merece al  hijo de su madre que ayer al medio día me robó la bici. ¡Mi bici! Mi amada bici. Qué no sólo son tubos de acero y dos ruedas con un manillar. Mi bici, a la que he estado cuidando con esmero desde que mis padres me la regalaron en Octubre del año pasado, después de pasarme años insistiendo en que quería una. Mi bici, con la que me he recorrido Sevilla un par de veces, que a penas hace ruido mientras me paseo por la ciudad. Con la que, hablando de forma cursi, me siento volar. Que me ayudaba a dejar de pensar y a relajarme un poco cuando no podía más.

Mi bici es importante. O al menos, lo era. Ayer, cuando iba a volver a casa desde el parque donde se estaban impartiendo unas clases al aire libre a modo de protesta por la reforma educativa me encontré con que el lugar en el que había dejado bien protegida (al parecer no tanto) mi bici estaba ocupada por otra totalmente distinta ¿Magia? Oh, no. No me puse ni nerviosa, simplemente porque no me podía creer que hubiera desaparecido. Pero no estaba ahí. Me la habían robado.

Esta entrada solo sirve para expresar, que para mi, montar en bici no era algo insignificante. Aprendí a montar en bici sola, con un ayuda de una amiga de mi edad, cuando tenía unos 7 años. Mis padres nunca se interesaron en enseñarme a montar en bici. Pasaron los años, y la sensación que me produce estar pedaleando montada en una bici se borraba poco a poco. Desde que tenía 14 años insistí a mis padres en que por favor me comprasen una bici: por mi cumpleaños, por regalo de Navidad, por mi santo... ¡por lo que quisieran! Pero nada, ellos insistían en que era demasiado pequeña para andar por la ciudad montada en una bici. Cuando cumplí 17 mi deseo no se había desvanecido, ni mucho menos. Pero ahora, la excusa de mis padres era que pronto iba a sacarme el carnet de conducir y ya no necesitaría la bicicleta para nada. Para mi no era un argumento válido, porque yo no quería ir a ningún sitio en concreto con la bici, yo solo quería disfrutar de ella. Me saqué el carnet de conducir, y con 18 años, decidí que si ellos no me la compraban, me la compraría yo misma con el dinero que ahorraría dando clases particulares en Verano. Cuando reuní el dinero fui con mis padres a mirar muchas bicicletas, pero ellos insistieran en que no me desprendiera de todo el dinero que había ganado tan de golpe. Les hice caso, y esperé. Con 19 años, ya desesperada, lo volví a decir una sola vez en casa, y mis padres, viendo (¡por fin!) que no era una tontería eso que quería tener una bicicleta, accedieron sin reservas, medio resignados. ¡En Octubre de 2011 por fin tenía mi propia bici! ¡Mi primera bicicleta! Era preciosa, de color negro, con formas redondeadas, con su cestita, su luz delantera y ruedas grandes. Era preciosa. La cuidaba muchísimo y aunque al principio me sentía un poco torpe en ella, al cabo de dos o tres días el vehículo y yo ya éramos solo uno. La guardaba en el trastero, cubierta con una sábana para que no se ensuciase con el polvo, y la revisaba siempre antes y después de salir. Nunca me he caído con ella (un logro para una persona tan patosa como yo). Pero sin embargo, a penas he podido disfrutar de ella unos míseros 8 meses...

Quizás la mayoría de la gente no entienda que me sienta triste por haberla perdido, pero es que justo cuando por fin se cumplía un deseo de la infancia, van y me la roban. Además está eso. No es que yo la hubiera roto, o nada por el estilo. Es el hecho de que me han robado, de que han cometido un delito.

En fin... solo me queda resignarme y asumir que no la volveré a tener conmigo.
Además, la situación en mi familia, y en el país en general, no está para que me ande gastando dinero en otra bicicleta. Quizás algún día...

A la persona o las personas que me la hayan robado: espero que saquéis un buen dinero por las piezas, o por su venta completa, que os pase algo malo subido en ella o que, simplemente, os encuentre la policía. Soy una ilusa al pensar así. Como mi bici, otras muchas han sido robadas, pero hay que ver como jode cuando te la roban a ti... No me han robado sólo una bici, han robado un deseo a una niña de 7 años que lo cumplió cuando tenía 19.

jueves, 24 de mayo de 2012

#52 Él

Él es...


...es simpático, divertido, un poco trasto y muy travieso. Aunque veces es un gran bocazas. Conmigo tiene una paciencia como un continente de grande (más Asia que Oceanía...). Me anima cuando ya no puedo más. Me dice que estoy guapa aunque tenga puesto trapos y esté totalmente despeinada. Da unos masajes en los pies que te mueres. Tiene una risa muy peculiar que te hace sonreír nada más escucharla. Es amigo de sus amigos y ¡cocina! (por Él yo cocino también). Dice que me entiende cuando yo creo que no lo hace, y otras veces me entiende cuando ni yo misma lo hago. Habla un idioma muy raro a veces, lleno de códigos, rutas y no se qué mas cosas de informáticos, y yo le escucho intentando, de forma ilusa, comprender lo que me dice en ese idioma tan raro. Me escucha ¡mucho!. Intenta hacerme reír para asustar a las posible lágrimas que puedan asomar (porque soy una llorona nata). Es muy juguetón, demasiado. No para de hacerme cosquillas. Tiene una obsesión enfermiza con mi ombligo (directamente proporcional al repelús que a mi me da). Le encantan los videojuegos y es fanático de Terry Pratchet, y del snooker (que me encanta ver sólo si es con Él). Le encantan las tormentas y los dos celebramos como locos cuando escuchamos algún trueno (conozco poca gente que lo celebre tanto como yo). Él es el encargado de decirme qué capítulo al azar toca ver de Friends. Se enfada cuando no le doy la mano. Es la persona con la que más tiempo he estado (y estoy) jugando a lo de "¡coche amarillo!". Él patina, yo me caigo. Da abrazos de oso, y le gusta que se los den. Viene a visitarme cuando estoy enferma. Es la única persona por la que soy capaz de cruzarme la ciudad entera en bici cuando Él está enfermo. Es muy, pero que muy competitivo y se pica fácilmente (cosa que a mi me divierte muchísimo). Odia la impuntualidad. Él me da clases de espontaneidad y yo a él de moralidad. Pilló la filosofía lomográfica antes que yo. Hace que las canciones de los Judas Priest, Alice Cooper o Scorpions sean románticas. Con Él me peleo por ver quien quiere más al otro. Con Él me paso horas y horas hablando por teléfono. Con Él hago locuras que no haría con nadie más. Hace que me quede embobada cuando coge su guitarra y se pone a tocar. Mueve el culete de una forma muy graciosa cuando baila. Es un oso hormiguero. Es mi suerte.Él es tantas cosas.

 Es la persona que más quiero.

#51 Ser más libre

¿Cuántas veces habré dicho eso de "es hora de cambiar", o "a partir de ahora todo va a ser distinto"? Lo he dicho montones de veces, pero parece que con decirlo y desearlo no basta. Se repite la misma mierda, a veces cada tres semanas, otras cada cinco meses y a veces, en un margen de varios días.

Estoy harta de mis inseguridades y mis miedos, quiero quedarme desnuda de ellos, pero a veces pierdo los nervios y me rayo demasiado. Es un horror, porque esos pensamientos dañinos no te dejan ser objetiva, y a veces se alojan en mis pulmones, volviéndolos pesados y se me hace muy difícil respirar. Lo peor de todo, es que esos pensamientos afectan a gente a la que quiero, y les muestro una cara de mi que no deberían aparecer nunca. Y los miedos iniciales se unen a los miedos que se crean al pensar que al mostrarles esa parte de mi, esas personas a las que quiero se desengañaran y dejarán de estar a mi lado. Mierda. En definitiva, todo eso no es más que mierda mental.

No tengo por qué compararme con nadie, ni tengo por qué parecerme a nadie. Lamentarme de lo que haya podido hacer, porque al fin y al cabo, ya está hecho. No tengo porque pensar que la gente estaría mejor con tal o cual que conmigo. No tengo porque infravalorarme. No tengo porque hablar siempre de mi misma. No tengo porque insistir en cambiar todo. No tengo porque pedir perdón siempre. No tengo que intentar agradar a todo el mundo, ni callarme tantas cosas cuando la gente no lo hace. No tengo por qué enfadarme por cómo son los demás, cada uno es como es y yo no debo cambiar a nadie para que me agrade más o menos.

Y sin embargo... a veces hago todo eso. Es horrible.
Hace unos días tuve una Taller sobre Habilidades Comunicativas, y una de las cosas más importantes y relevantes que se dijeron en ese taller es que hay que hacer pragmático un Deseo, descomponiéndolo en Objetivos. Creo que puedo empezar a poner en práctica dicha actividad con un deseo muy importante: quererme a mi misma, ser más valiente, preocuparme menos por cosas que no merecen la pena, que podría resumirse en ser más libre. Ser más libre de pensamientos enfermizos.

Para ser más libre (deseo), debo descomponer ese deseo en una serie de objetivos, a saber:

-  Cuando intente compararme con alguien, destacar virtudes propias que la otra persona no tenga.
-  Cuando intente recordar hechos de los que pueda lamentarme, buscar sus consecuencias positivas.
-  Cuando crea que cualquier personas pueda estar mejor sin mi, recordar buenos momentos con esa persona que nos hayan hecho sentir muy feliz a los dos.
-  Cuando intente infravalorarme, recordar todo lo bueno que he llegado a conseguir y el esfuerzo que he necesitado para conseguirlo.
-  Cuando perciba que estoy hablando mucho de mi misma, invertir el mismo tiempo en escuchar a la otra persona.
-  Cuando me insistan o yo misma insista en cambiar todo lo referente a mi persona, sopesar qué cosas buenas ocurren por ser como soy y las consecuencia reales de esos hipotéticos cambios.
-  Jerarquizar la importancia de las cosas que ocurren para discernir por qué cosas merece la pena pedir perdón y la funcionalidad de pedirlo.
-  Conocer mejor a las personas que me rodean y valorar cuál de ellas se merecen de verdad mi respeto y/o afecto.
-  Valorar la importancia o no de decir ciertas cosas en el momento adecuado según las repercusiones de esos comentarios y su posible utilidad.
-  Destacar las cualidades positivas de las otras personas y sopesar éstas con las cualidades mejorables o negativas para mí.


Se que son conductas muy obvias, que quizás a todo el mundo les resulten muy fáciles de hacer en su día a día, pero a veces yo necesito dejar las cosas escritas y leerlas una y otra vez para ser consciente de su verdad. Así pues, pienso imprimir o recoger con mi puño y letra estos objetivos para conseguir mi deseo, y ponerlo en algún lugar visible de mi habitación.

No puedo seguir haciéndome daño. La época adolescente-depresiva debe quedar atrás de verdad.
Tengo que afrontar la vida con madurez, no haciendo una montaña de cada grano de arena que me encuentro. Necesito aceptarme tal y como soy, y convencerme de que los demás me quieran por ello, no por lo que quieren que sea o lo que yo quiero ser para ellos.

A esos objetivos, y aunque no esté directamente relacionado con ellos, debo añadir un objetivo más que si bien no puedo huir directamente de él, si que puedo hacer más llevadero, y es, dejar de hablar de problemas familiares. Soy consciente de que no son temas agradables de escuchar, y lo único que consiguen es crear una situación incómoda con la otra persona. Si bien mi único deseo es desahogarme, no ayuda a crear un buen ambiente con las personas que me rodean que me ayude a ser más libre.

Todo esto de lo que intento desprenderme es deprimente y triste, oscuro, típico de la desesperanza y la despersonalización que acompañan a la adolescencia. Tengo ya 20 años, y es hora de, poco a poco, dejar de lado esa actitud triste y empezar a ver la vida con más colores.

Soy una chica muy alegre, me encanta bailar y cualquier jolgorio. No me pega nada ir de triste, la verdad.
Aquí he propuesto muchos objetivos, que no son imposible de cumplir pero si requieren tiempo.
De verdad, tengo que empezar a actuar y dejar de desear...

lunes, 7 de mayo de 2012

#50 Para Suerte Pésima, sobre Suerte Pésima

Hoy la historia la cuento yo...


“¿Veis ese hueco en el árbol? ¿El ojo que usa El Gran Roble Azul para ver el mundo? Ahí nació Suerte Pésima.
Es un chico singular, veréis. Nació en el ojo de ese gran roble, enredado en ramas, pegajoso por la savia y envuelto en hojas enormes. No era un niño muy bonito cuando nació, la verdad sea dicha.
Nació en la Primavera de un año extrañísimo, con una temperatura no menos singular. Resulta, que en el año en el que nació, cuando las personas daban los buenos días, el Sol vergonzoso se escondía temeroso de que el día no fuese realmente bueno. La Luna testaruda y amorosa como una madre salía en su busca, intentando suplir con su débil luz lo que su amigo el Sol no podía iluminar.
Eran pocos los días en los que el Sol se armó de valor para salir, pero cuando lo hacía, las presumidas nubes llenas de gélidas gotas empezaban a danzar delante de él, así que triste volvía a su casa.
En esa extraña Primavera nació Suerte Pésima. No había pájaros cantarines que salieran a cantar ante las gotas de rocío iluminadas por el Sol, porque simplemente: no paraba de llover y… el Sol no estaba. En esa gélida Primavera sólo los cuervos se dignaban a alzar su vuelo entre las oscuras nubes en busca de algo que llevarse al pico con lo que comer o entretenerse. En uno de sus vuelos fueron atraídos por un extraño resplandor.
De una bandada de cuervos sólo uno pudo ver ese pequeño resplandor, y recordando el aburrimiento padecido durante todo ese tiempo, sin decir nada, y sigilosamente, deslizó sus alas a direcciones más estables y menos volátiles y posó sus garras en el ojo de El Gran Roble Azul, y allí, vio el origen de la luz que tanto le llamó: se fijó en unos enormes ojos marrones de niño. Un niño pálido, que al verlo, en lugar de llorar, alzó las comisuras de sus labios y sonrió. El cuervo, que no quería que su nuevo entretenimiento acabase tan pronto jugueteó con él, picoteando con suavidad el rechoncho cuerpecito del niño que no paraba de reír.
Al final el cuervo se olvidó de todo: de sus compañeros, de a qué había venido y de  por qué aún seguía allí, pero el caso es que las sonrisas del niño, su fuerza y calidez secaban sus alas de las frías gotas de lluvia. Decidió quedarse con el niño, protegerlo de otros animales y alimentarlo lo buenamente que podía.
Cuando el niño creció, el ojo de El Gran Roble Azul se quedó algo pequeño y saltó de él, y el ojo del magnífico árbol se cerró. En ese momento, las hojas de El Gran Roble Azul comenzaron a caer lentamente, creando una lluvia de colores plateados que hipotizaron al niño y a su amigo alado. Suerte Pésima sintió correr por sus mejillas un líquido espeso y salado y como dentro de su pecho algo se rompía. El Gran Roble Azul y Suerte Pésima lloraron durante tres días seguidos en una azul despedida.
Suerte Pésima agazapado entre las raíces del árbol comenzó a tiritar, y su oscuro amigo intentó darle calor, pero de nada servía. Preocupado, alzó el vuelo en busca de algo con lo que abrigarle. Voló y voló durante horas hasta que en una alta colina vislumbró a su más fiero enemigo: El Espantapájaros. Éste al ver unas grandes alas negras sonrío con sus dientes de cordel cosidos en una pútrida calabaza y con las garras de rastrillos oxidados que eran sus manos amenazó al ave con destrozarle si continuaba con su vuelo. El pájaro tembló, sintió miedo, pero la memoria de los ojos sin color, que una vez brillaron en el profundo ojo de un árbol, le dieron fuerza para abrir su duro pico y derribar con brutalidad a la bestia informe, y recogió con dificultad los ropajes raídos y harapientos. Rápido y veloz llegó por fin a donde se encontraba el niño y le tendió los ropajes, que éste se puso con cuidado y sin quejarse.
Eran ropas viejas, de telas de saco y retales de piezas inservibles de colores envejecidos pobremente unidos los unos a los otros. Era un tejido tosco, que hubiera hecho daño a cualquier piel sensible, demasiado delicada, demasiado… corriente.
Llegó el Verano y el Sol, armado de valor, volvió a salir, esta vez sonriente y festivo.
Suerte Pésima y el Cuervo caminaron durante días, durante semanas, meses, en busca de un lugar donde resguardarse del sofocante calor al que ninguno de los dos estaba acostumbrado. Se contaban historias el uno al otro. Las de Suerte Pésima eran inventadas y las del Cuervo, eran… incomprensibles. Pero ambos se escuchaban el uno al otro.
Un día, de pleno Agosto, cansados y sedientos, dieron, en mitad del bosque, que curioso, con un perfecto pozo de agua potable. Empezaron a correr y a volar, y no sabría deciros quien de los dos hacía qué, y se lanzaron a la cuerda del pozo, que empezaron a subir con rapidez. Cada vez costaba más tirar de la cuerda, y cada vez tenían más sed, pero de repente… ¡no fue agua sino una pequeña crenea lo que consiguieron!
Si no sabéis lo que es una crenea, os diré que son las hadas que habitan en los pozos, náyades, ninfas que custodian el agua encerrada por los humanos. Ésta, había sido abandonada por sus hermanas hacía siglos, y cansada de pedir ayuda, y de que ningún caminante pasajero tuviese imperiosas necesidades de beber había acabado por perder la voz.
Suerte Pésima la miró sorprendido. Tenía unos enormes ojos verdosos, y el cabello castaño, que a la luz del Sol relucía como el oro. Enredado en el pelo tenía formando graciosamente una bella corona de algas y plantas acuáticas. Su piel tenía un extraño color aceitunado y vestía un fino vestido de color blando que marcada sus formas y todo lo que debía permanecer íntimamente en secreto.
Ambos se miraron durante largo rato, hasta que la crenea sonrío abiertamente y se lanzó a su brazos. Suerte Pésima logró cogerla pero cayó de espaldas, con ella encima. La crenea río y se incorporó dando saltitos, invitándole a hacer lo mismo.
Embelesado la siguió, hasta que la crenea se sentó sobre una roca y le invitó a que hiciera lo mismo. Ella, sin dejar de sonreír señaló hacia un conjunto de rocas muy cerca suya. Suerte Pésima puso atención, pero no vio nada. La crenea insistió, moviendo el brazo en la misma dirección enérgicamente. El chico, se levantó, dio unos pasos en la tierra fangosa y descubrió que justo entre la unión de varias rocas brotaba un hilillo de agua cristalina. Eufórico, se volvió hacia la crenea, que dejó de señalar a las rocas para señalarse a sí misma. Vio que la chica movía los labios, pero no consiguió oír nada.
Dando grandes zancadas, se arrodilló frente a ella y le preguntó:
-¿Cómo dices?
-L…ysk.
-¿Lysk?
La crenea asintió.
-¿Ese es tu nombre?
La crenea volvió a asentir, se alzó, y aunque pequeña, hizo que Suerte Pésima también se pusiera de pie. Subida a la roca, y de puntillas, Lysk le besó de una forma tan cálida que ambos corrieron el peligro de arder.
Juntos, llenos de felicidad, comenzaron un camino cogidos de la mano, desde el nacimiento de un río lleno de felicidad y calor hasta… el fin del mundo”
-Feliz Cumpleaños. Que Lysk, o la Alegría te coja de la mano y no te suelte en el Camino de la Felicidad.
(…los Delirios son cosa mía)

jueves, 3 de mayo de 2012

#49 Florecen en Mayo, las flores y los cambios

Todo lo bueno se acaba...

Porque si, ya han pasado las fiestas de Semana Santa y de Feria. He disfrutado mucho de esas semanas, aunque como siempre, no tanto como me gustaría (soy una inconformista, siempre quejándome...) por culpa de los exámenes y de los trabajos. ¿No os he contado? ¡Me he pasado el mes de Abril haciendo pruebas a bebés de 6 a 18 meses de edad! Es para un Proyecto de Educación e Infancia, y con ello, volví a la que fue mi antigua guardería, a reencontrarme con la que fue mi profesora, para hacer unas pruebas de psicomotricidad muy sencillas a bebés. Lo cierto es que me ha encantado estar en contacto tan directo con esos niños y niñas, y conocer a las mamás de algunos de esos peques, porque también hemos tenido que ir a las casas a hacer pruebas de una forma más personal. Ha sido una gran experiencia, y si ya me gustaban los niños, he comprobado que se me da bien tratar con ellos (mejor que con los adultos, a decir verdad). Porque por mucho que te guste algo, si no se te da bien, es un poco frustrante. Cada vez tengo más claro que quiero dedicarme a trabajar con niños. Tuvimos una práctica sobre dislexia y lo cierto es que me desenvolví como pez en el agua creando un programa que solucionase ese problema en un niño. Aunque debo confesar que ayudó bastante el hecho de que la investigación en la que estoy metida emplea algunos recursos muy útiles para establecer ciertos conocimientos correctamente y corregir irregularidades. Lo que me recuerda esa experiencia en el centro sobre niños autistas en el que estuve durante un día, y del que os dije que os iba a hablar, pero que al final pasó el tiempo y no os conté nada.

Sobre la experiencia en el centro centrado en dificultades en el aprendizaje y autismo en niños y adolescentes debo destacar que el método que emplean me encantó. Este método al que me refiero es el del Análisis del Comportamiento Aplicado, ABA en sus singlas anglosajonas, y que se refiere a lo siguiente:

"El análisis de la conducta se caracteriza por estudiar personas individuales y enfatizar la descripción de los procedimientos y condiciones ambientales que determinan funcionalmente la conducta que se estudia. Las teorías consisten en descripciones de relaciones entre los factores objetivos que se observan en una situación (no se realizan interpretaciones sobre supuestos fenómenos mentales que no son observados con objetividad). Esta simplicidad y la interconexión tan estrecha entre la teoría y el mundo proporcionan al análisis de la conducta una enorme fuerza para interpretar los actos de las personas y para ayudar a las personas a adquirir nuevas habilidades y a modificar hábitos inefectivos. Por esto tiene un impacto tan impresionante en el ámbito aplicado"

Así dicho, todo suena muy raro y complicado, o muy teórico, así que yo, me voy a alejar de las definiciones técnicas y os voy a contar a modo de resumen explicativo lo que yo pude observar en el centro. Los niños, de diferentes edades, recibían una atención individual y personalizada de dos profesionales (desde psicólogos hasta educadores) que se alternaban en horarios y días. En cada aula había como máximo dos niños, a lo sumo tres si el aula era grande y permitía el trabajo individual sin interferir en el del otro niño. Cada niño recibía una atención centrada en sus características y necesidades personales, teniendo en cuenta las observaciones de los padres ante las conductas de sus hijos que requerían una mayor urgencia en su corrección por el tipo de hábitos y contextos en los que el niño se movía normalmente. Así, si una familia estaba muy acostumbrada a estar con muchas personas, se potenciaría principalmente las capacidades sociales del niños, o si por ejemplo, los padres veían más necesario que el niño se mostrase más independiente, se orientaba al niño a fomentar su autonomía y expresar correctamente sus necesidades. A pesar de esto, debo mencionar, que aunque se hacía más hincapié en conductas de mayor interés, se procuraba que el niño lograse desarrollarse normalmente en todas sus capacidades.

Los procedimientos que usaban, para mi sorpresa, eran los procedimientos básicos del aprendizaje, como formar clases de equivalencia, igualación a la muestra, u otros más físicos, como la estimulación vocal con sonidos. ¡Y lo mejor de todo (para mi)! El reforzamiento en forma de gominola, tiempo de juego, visionado de vídeos, música, etc. ¡Atendiendo a las preferencias del propio niño! Nada de reforzadores generalizados que pueden no tener sentido afectivo para el niño. Nada de eso. Cuando el niño entraba en el programa, se realizaban pruebas por ver qué tipo de reforzador se podía usar con cada niño en función de sus gustos.

En definitiva, lo que más me gustó fue comprobar como todo lo que había estudiado teóricamente se cumplía a la perfección con los niños, que avanzaban en su aprendizaje de una forma espectacular, con una atención continuada, personal y estimulante. Y sobretodo, eficaz.

Después de haber estado en un centro de estas características, y de haber escuchado experiencias profesionales y personales de otros tipos de centros que utilizan métodos más cognitivos sólo espero poder trabajar algún día en un centro como éste.

¡Y bueno! ¡Que me voy por las ramas! Todo esto venía al hilo de que cada vez me interesa más el mundo del aprendizaje, la educación, los niños y el lenguaje. Y que como me preguntó @Bea_Tou, me interesan tanto de forma relacionada como independiente.

En otro orden de cosas, en este tiempo, además de disfrutar de las vacaciones intermitentes y de estar rodeada de niños he tenido tiempo de mantener conversaciones que debería haber tenido hace tiempo con ciertas personas. Me alegro de éstas hayan salido bien, y de que cada vez, todo esté un poco más claro. Espero ir recuperando a un amigo, e ir conociendo a la que quizás puede ser una buena amiga (¿quién sabe?). Una cosa es clara, y viene al hilo de mis preocupaciones por mis amigos, los que espero, si leen esto, se tomen muy en serio lo que voy a decir a continuación: No os aferréis a aquello que os haga daño. No os preocupéis por solucionar "algo" que en el fondo sabéis que os acabará hiriendo. Por favor, quereos, amaos a vosotros mismos. No miréis atrás ni os lamentéis por lo que pasó. Alegraos porque sucedió, porque tuvisteis esa experiencia, porque aprendisteis de ello. Sed felices. Daos libertad para sonreír, para dar rienda suelta a vuestra imaginación y cumplir vuestros sueños, por inalcanzables que os parezcan.

Si a veces me comporto como una madre con vosotros (aunque la mayoría seáis mayores que yo), es porque me importáis. Así que, por favor, permitíos ser felices en esta vida, porque pasa, y es la única que tenéis. Es la única que puedes, que podemos compartir juntos.

Y de amigos, paso a hablar de compañeros y compañeras de clase. Porque quiera o no, están en mi vida y son importantes. Debo confesar que al principio de curso me sentía muy incómoda, porque todo me parecía muy frío: casi no conocía a nadie. Esto ayudó a que los que ya éramos compañeros el año pasado nos uniéramos mucho más. A esas compañeras, las que llevan casi dos años conmigo, tengo que darle las gracias por hacerme pasar buenos momentos, y por aguantarme. Creía que no, pero incluso siendo tan distintas, podemos congeniar muy bien, tener nuestras discusiones, enfadarnos y que todo se pase con un café o un té en la cafetería. Pero claro, junto a ellas estaba toda la gran clase de 2º de Psicología, nuestro Grupo B, en el cuál me alegro de haber podido conocer a algunas personas que se nota cuando faltan en clase, con las que me río y con las que comparto algunas cosas importantes. Me da pena no poder hablar tan a menudo ni de forma más personal con algunas de esas personas, pues creo que nos sorprenderíamos el uno del otro, la una de la otra, de las cosas que compartimos o nos inquietan. Es agradable, que como es normal, cuando no congenias con otras personas dentro de una misma aula, esas nuevas personas que acabas de conocer te ayuden, se unan a ti y se preocupen por ti incluso, habiéndonos conocido en tan poco tiempo. Como en toda clase, que es una pequeña muestra de la calle, del mundo, hay blancos que se funden contigo, y negros muy alejados que pertenecen a otra esfera de comunicarse y sentir. Sea como sea, se ganan experiencias.

Como podéis comprobar, el blog está tomando un nuevo enfoque, y con ello, una nueva apariencia ^.^

Espero que todo os vaya bien, y que en este ajetreado mes de Mayo no os agobiéis mucho con los exámenes. Suerte y ánimo.