martes, 20 de marzo de 2012

#45 El árbol y el río

Imagináos que sois un río. Nacéis en la montaña, puros y frescos. Al principio vuestro nacimiento sólo ocupa un par de metros o menos de ancho, y conforme váis avanzando muchos afluentes se unen a vosotros. Cada vez sois más grandes, lleváis más agua, y se unen a vosotros más afluentes. Sois... eres inmenso, y corres a gran velocidad, transportando hojas y bañando a peces, peor tu única finalidad es ser libre, llegar al mar y fundirte con él para ser sólo uno. Sin embargo, llega un momento, cuando el río va a morir, que el cauce se estrecha, mucho, demasiado, y la velocidad del río aumenta. Justo cuando llegas al mar todas tus moléculas se afanan por llegar al mismo tiempo, pero eso es imposible. Cuando una gran cantidad de agua para por un espacio alargado y estrecho, la velocidad en la salida se hace rápida, empujada por todo lo que llevas detrás de si. Cuando no todo puede salir a la vez, pero la velocidad no disminuye, el río... tú... te desbordas, y lo inundas todo llenándolo de caos y horror, perdiéndote por caminos que no te corresponden, confundiendo a los demás y a ti mismo, sin saber qué hacer ni cómo volver al punto desde dónde partiste, al origen de todo, para intentar hacer las cosas de otra manera. Pero sabes que eso no puede suceder. Un río no puede volver a nacer, sólo intentar hacer de ese nuevo camino algo distinto, intentar cambiar el caos por la magnificiencia. Y cuando todo se calma, el agua que bañó ese nuevo camino hace florecer la hierba y fortalece el tronco para que crezca el árbol que dará sombra a tantos que tú no llegarás a conocer.

La dificultad del ser humano está en darse cuenta que quizás un error pueda traer algo bueno. Cuando estamos sometido a presión todo corre a mucha velocidad, sin poder pensar con claridad, y nos desbordamos, llenando de caos todo lo que nos rodea, volviéndonos tristes y sintiéndonos culpables por todo el mal que hayamos podido ocasionar. La dificultad del ser humano, o de al menos, algunos de ellos, está en reaccionar de forma adecuada ante dichas circunstancias y aprender de lo ocurrido.

Es verdad, por mucho que me haya negado a creerlo, no han sido buenas semanas. He focalizado mi atención en cosas que para mí, personalmente, no tenían importancia o no deberían tenerlas, que en definitiva no son de mi incumbencia. Me he preocupado en exceso por personas que están bien, sufriendo yo lo que ellos realmente no estaban sufriendo. He creído cosas que no son, o que si son, no sería yo la que se estaría engañando. He estado mal al punto de que mi madre decía verme triste y yo no darme cuenta de ello, hasta el punto de sufrir mareos que me hacían estar todo el día cansada. Pero llega un día, no sabes por qué, ni de dónde has sacado las fuerzas, que decides cambiar. No ha durado mucho la apatía, y sinceramente, espero que tarde mucho tiempo en volver (porque volverá, a todos nos toca cada cierto tiempo).

Igual que he mejorado muchas cosas de mí que no me gustaban de forma personal, ha llegado la hora de cambiar algo que me ha traído más disgustos que alegrías: preocuparme en exceso por la gente. Nada de eso de "es que yo soy así", "es que no se hacer otra cosa o comportarme de otra manera". Eso es mentira. Igual que aprendes malos hábítos, puedes desaprenderlos. Sólo hace falta tener paciencia y no defraudarte a ti mismo, trabajar duro y ser constante.

Mi problema es que la gente me importa mucho. Tanto la que está en directa relación conmigo, como aquellas personas importantes para los que lo son para mi. Me preocupa que todos estén bien, que les vaya bien en sus vidas, en ámbitos que a mi ni siquiera me incumben, y me entristece como si fueran mías las dificultades que pasan. Me preocupa que hagan lo que es debido, aunque a veces eso signifique que hagan cosas que a mi no me gusten del todo. Me preocupa crear ambientes en los que todos podamos estar bien, e interesarme por las razones y hechos del pasado que les llevaron a cada uno a tomar una u otra decisión, que les llevaron a ser quienes son. Me preocupo demasiado ¿y todo para qué? Para pasarlo mal.

Si bien algunas veces me he llevado alegrías, en otras ocasiones el sentimiento era totalmente opuesto al de felicidad. Y lo peor de todo, es que con ese estado de ánimo que me induce ese sentimiento he tomado decisiones y he dicho cosas que realmente no sentía. Y estoy harta de eso, de ser tan masoquista, de no dejar que cada uno cometa sus propios errores a costa de que mi lengua sangre de tanto morderla.

Sencillamente, quiero dejar florecer la hierba, sentir que todo puede estar bien cuando sólo debo pensar en mi, cuando cada uno debe solucionar sus propias problemas y tomar decisiones propias. Quiero hacer crecer el tronco del árbol de mi serenidad y preocuparme solo por mi, de una manera egoísta quizás, de una manera en la que no tenga que afectar a nadie mi dolor, y en el que mi felicidad sólo sea compartida por los que quieran compartirla.

Es hora de que el agua penetre en la tierra y el Sol caliente mi piel.
Al fin y al cabo, la Primavera acaba de llegar.

PD: Estas palabras han sido el fruto de ese querer salir todas a la vez, de privarme durante dos días (aunque me propuse que iba a ser una semana) de aislarme, de pensar. Pero soy de esas personas que necesitan escucharse, que necesitan leerse, hacer real sus pensamientos, palpables. Un hábito muy arraigado es la escritura y la expresión de lo que siento de una forma u otra. Ha sido un verdadero desastre esto de intentar estar una semana sin comunicar nada. Tal desastre que sólo ha durado dos días, porque no podía dejar que tantos pensamientos me golpeteasen la cabeza. Cuando los dejo libres, todo está tranquilo, y veo las cosas con más claridad. Ahora me doy cuenta.

1 comentario:

  1. Pues la impresión que me ha dado es que sigues estando confusa :) No puedes de la noche a la mañana decidir que ya nada te va a afectar. Igual que pones líneas más arriba, eso costará esfuerzo, paciencia y mucho morderse la lengua.

    Supongo que si cambias los roles y te pones a verte desde fuera, piensa que muchos de tus amigos pensarán que cosas que haces o dices están equivocadas y te han dejado hacerlas o decirlas porque es tu vida. Lo pasen ellos bien, mal o regular o piensen que te quivocas. Es tu vida, no la suya.
    No es una crítica, realmente es una autocrítica porque yo soy igual. Pero como me ha servido pensar en esto desde el lado del otro, a lo mejor también te sirve a ti

    p.d: me niego a pensar que soy un río!! La corriente no me arrastra!

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