jueves, 14 de junio de 2012

#55 Cabezas vacías, corazones negros

De esto que coges el portátil con rapidez y los abres cono energía, te vas directa a Blogger y comienzas a escribir. De esto que estás estudiando sobre educación, conductas, ideas y maneras de afrontar los problemas y sin saber por qué, te empiezas a acordar de todas esas cosas que de camino al autobús, paseando, o simplemente escuchando música te pones a pensar, y se reúnen todas juntas en tu cabeza, en un solo momento, deseando salir. ideas sobre la sociedad, sobre la gente general, sobre la mayoría del pueblo, de la gente de mi generación, de esos pobres que se creen ricos, de esos comunistas con mansiones, de esas niñas que han visto medio mundo sin saber lo que cuesta un billete de avión, de vegetarianos que comen pescado, de niñas de quince años con cámaras que cuestan el suelo de todo un mes o más, de veinteañeras que sólo tienen pájaros en la cabeza, de la hipocresía y el egoísmo, de las mentes cerradas, del "quedarte parado y que lo hagan otros".

Hablo de que no me gusta la generación que me ha tocado, de que no me siento unida a la mayoría de los jóvenes que la forman, de que no me representan, de que a penas comparten cosas conmigo la mayoría. Si hablo aquí, puedo parecer una exigente y una marginada, pero es que soy muy exigente y a veces me he sentido una marginada. No tengo problema con lo primero, aunque algunas personas si, y a veces me siento a gusto con lo segundo (solo a veces) y otras no me queda más remedio.

¿Por dónde empezar?

Quizás por lo más general: los ideales.

Si tienes unas ideas, si las defiendes y crees firmemente en ellas. Si (eres tan absurdo y) te enfadas con aquellos que no comparten las mismas ideas que tú, si llevas símbolos sobre tus ideologías, si crees que es la mejor... ¿por qué no vives en consecuencia? Hipocresía, mucha hipocresía. Está genial decir que eres socialista, comunista o marxista, pero ¿de qué sirve decir que sigues una ideología política si no actúas en consecuencia? Si no abogas por la democracia, si te ciega el poder e imponer a otros tus ideas, si estás podrido en dinero y ni si quiera destinas un 1% de tu capital a los que menos tienen ¿de qué sirve creer en nada?

Lo mismo podría decir de la religión (¡oh, la religión!), y en especial del cristianismo. Madre mía, mira que hay religiones bonitas, y que el cristianismo en sus raíces y sus ideales lo es. Mira que hay gente que se dice seguidor de ella ¡que incluso dice que es católica!, mira que tienen posibilidades humanas y espirituales para hacer de este un mundo mejor... y hay que ver, lo poco que ponen en práctica esos ideales. Según el barómetro de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas realizado en 2010, el 75% de los españoles se consideraban católicos ¡Nada más y nada menos que el 75%! Y voy a hablar solo de mi país, pero la situación podría extrapolarse casi de forma perfecta al resto de países. Y sin embargo, estoy harta de ver como esa gente que se afirma fiel seguidor, no hace más que mentir, beber en exceso, tratar mal al resto, hablar mal del vecino, abortan, y tienen sexo sin parar unos con otros (recuerdo que ese 75% de la población de mi país se reafirma católico. Mucha gente. Mucha.), etc, etc, etc...

¿Y quien te ha preguntado por la comida? ¿Quién te manda meterte en camisa de once baras y hacerte el/la guay diciendo que eres vegetariano/a cuando no lo eres? Esta parte de la historia me hace muchísima gracia, la verdad. Es normal que la gente se identifique con un partido político o con una religión y que hable de ello, pero... ¿quién te manda decir que eres algo cuando realmente tus conductas no reflejan tus ideales?
Esta parte de la historia es graciosa, porque, me "encanta" ver a esas niñas (sobretodo son mujeres) que dicen ser vegetarianas pero que comen pescado, y alguna que otra vez jamón, o consumen productos testados en animales, o que cuentan con vestimenta fabricada con animales, o consumen huevos que no provienen de granjas ecológicas (un tema peliagudo el de los huevos sin consideramos que pueden estar fecundados). Porque si, el vegetarianismo no sólo afecta a tus costumbres o hábitos alimenticios, sino que es un estilo de vida que está en contra del uso de animales para producir bienes de uso y consumo.

Quizás ahora podamos empezar a hablar de otro tema peliagudo: el dinero.

Oh si. Es muy fácil tener 16, 20, 25 años y continuar dejando que papá y mamá te lo paguen todo. Ah, claro, es que estás estudiando y no tienes tiempo ni si quiera para un trabajo temporal o dar clases. Ya. Entonces tampoco tendrás tiempo de viajar, irte a hacer fotos con tu super cámara reflex que no sabes manejar, asistir a conciertos y fiestas nocturnas, o salir de compras y hacer que la tarjeta de crédito eche humo ¿verdad? Ah, para eso si tienes tiempo. Mientras, tus padres, ya no tan jóvenes, se desviven por satisfacer las necesidades de sus hijitos, sin darse cuenta de que los están haciendo cada vez más inútiles y vagos, más engreídos y consentidos, y sobretodo más irrespetuosos con el trabajo y haciendo que valoren muy poco el esfuerzo. Es genial pensar que has visto ya medio mundo a costa del dinero de tus padres, mientras otras personas ahorramos durante años, y trabajamos para poder estar una sola semana en el extranjero.

De verdad, que no entiendo por qué la gente está empeñada en vivir en la apariencia, en creer que son algo cuando en realidad no son más nada que los intentos frustrados de sus sueños. Intentar ser alguien que no eres no te convierte en mejor persona ni te ayuda a conseguir una personalidad propia.

Ayer, mientras volvía de un examen en autobús con una compañera, las dos hablábamos de algo parecido a esto. Del poco respeto, del egoísmo de la gente, de la sensación de soledad dentro de una gran masa de gente. Valorábamos a las pocas personas que de verdad nos querían y queríamos, y nos alegrábamos por encontrar, entre toda esa multitud a personas con las que de verdad compartir quienes somos, sin temor a que nos vayan a rechazar o nos miren raro. Hablando de mirar raro... el otro día, también en el autobús, pero con una compañera diferente a la primera, me encontré a una chica, unos años mayor que yo, con la ropa rota por los bordes, la cara morena y llena de suciedad, con el pelo un poco desordenado que me miraba con una verdadera expresión de asco. La primera vez que reparé en ella y en su cara moví la cabeza hacia otro lado, pero tras ser consciente de la verdadera expresión de asco con la que me miraba, volví a mirarla, mientras continuaba la conversación con mi compañera. La miré, con cara seria, distante y fría, mientras ella me miraba de arriba a abajo con una perfecta cara de asco que ni el mejor actor de Hollywood hubiera sido capaz de imitar. Cejas hacia arriba, ceño fruncido, mitad del labio superior hacia arriba, con el labio inferior hacia abajo dejando entrever unos dientes sucios que parecían preparar saliva para escupir. Me quedé ahí, mirándola fijamente, y ella me mantenía la mirada hasta que finalmente, tras casi un minuto de desafío visual, miró hacia abajo. Mi compañera se había dado cuenta de la situación, y dejó de conversar. Ella se sentía tan incómoda como yo, pero tras esto, retomamos la conversación como si nada hubiera pasado.

No me molestó de una forma especial la cara de repulsión de esa desconocida. Si me pongo a recordar, otras muchas personas hubieran deseado expresarme esa misma sensación de forma tan clara en algún momento de mi pasado, y quien sabe, de mi presente. Esa cara desconocida fue la expresión de muchas personas hipócritas, que me sonreían de forma falsa, que se hacían pasar por mis cómplices y amigos cuando no eran más que bestias que se reían de forma absurda e incómoda, vulgar, sobre mi. Sin embargo, ahora, cuando me cruzo con esas personas, tras el paso del tiempo, y no saben como reaccionar ante mi presencia, dibujo una feliz sonrisa en mi cara. La paz y la alegría son mi escudo ante esas personas que intentaron o intentan hacerme daño, es mi estandarte de victoria ante mi fortaleza, es mi yelmo, mi muestra de lo que soy, de como me siento: una persona distinta al resto, entiéndase, a la mayoría, que realmente siente lo que cree y actúa en consecuencia, que no se deja abatir por ignorantes superficiales, que viven conforme al resto, que dicen creer en palabras vacías, que dejan llevarse por la corriente, que no se molestan en pensar, que viven sin preocupaciones reales.

No. Yo no soy así. Las palabras que uso guardan un significado detrás que demuestran mis actos.
No diré que tengo una ideología política clara, pues no la tengo. Lo único que se es que creo en la igualdad de capacidades, en el uso inteligente de ellas, en el respeto y la defensa de los derechos fundamentales y de la libertad individual (entendida por libertad consciente y consecuente en un mundo compartido por más personas y seres vivientes). Lo que si puedo decir es que soy atea, que tras mucho años de creencia ciega y dudas adolescentes, no tengo motivos para creer en nada parecido a un dios. También puedo decir que cada vez me repugna más comer carne. No es que lo haya decidido, es que mi cuerpo reacciona de una forma defensiva ante la mayoría de los productos cárnicos y no me sientan bien. Aún así, no soy vegetariana, por muy en contra que esté del uso de los animales para servicios de uso, consumo y entretenimiento. También puedo decir que por suerte, he recibido una educación que ha valorado el esfuerzo y la superación personal, que me conformo con tener poco, y que soy consciente de que con mi edad, tengo el derecho y el deber de trabajar para conseguir todo aquello que yo quiera, de ser independiente del resto de personas para poder vivir conforme a mis necesidades.

Podría decir muchas más cosas, como que vivo en una sociedad que sólo está comenzando a despertar una revolución, pero que sigue habiendo gente acomodada que no mueve un solo dedo y espera que todo le caiga del cielo.

En un mundo dominado, en mayor parte, con el hedonismo, aún existe gente que valora el mundo interior de la persona, el respeto y el esfuerzo. Somos pocos, pero estamos ahí. Y no nos dejaremos vencer.

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