sábado, 10 de diciembre de 2011

#31 La relatividad del tiempo y el amor

Hay muchas entradas que he escrito en este blog que todos sabéis a qué persona especial va dirigida.
De la persona que más hablo en el blog es de Él, porque si bien conmigo han estado y siguen estando personas muy importantes que me conocen desde hace muchos años, Él, a pesar de que sólo ha estado conmigo algo más de un año, es una persona muy importante... y me ha enseñado cosas muy valiosas que nadie más podría enseñarme.

Pero creo que aún no sabéis por qué es tan importante... así que voy a pediros, a ti y a ti, lectores que no me conocen de nada y a los cuáles yo no conozco que respires hondo, te sientes tranquilo y leas lo que viene a continuación. Voy a intentar hacerte viajar por mis recuerdos, en especial unos que acaban de cumplir una semana de vida en mi mente y en mi sonrisa. Así que... mantén el corazón en calma y los ojos limpiros, haz tu equipaje para un par de días, no más, y entra en un pequeño coche blanco.

Empieza a atardecer en la ciudad origen, y atravesando puentes que te alejan del bullicio y la contaminación vas vislumbrando un cielo que empieza a jugar con tus sentidos como un niño hace con una paleta de acuarelas. Asombras, como yo lo estaba, cogerás tu cámara fotográfica, y sin hacer mucho ruido, para no distraer al pequeño niño pintar sonreirás al cielo, y como yo, cerrarás los ojos, sentirás el movimiento casi imperceptible de la velocidad y te sentirás amado o amada por el Universo.

En el recuerdo que pretendo mostraros, mi Universo se encontraba a treinta centímetros y veintiséis milímetros, y pude susurrarle al oído cuanto le amaba y cuán feliz me sentía al irnos lejos de todo y de todos.

Justo cuando la noche nos devoró en su negritud, Él y yo llegamos a un pueblo fantasma, en el que se sucedieron miradas, sonrisas, paseos, bromas, caricias, y...(me encantan los "y...").
Y abrazados en un sofá, abrigados por las mantas y los abrazos ambos compartíamos a través de una pequeña pantalla risas (y yo también lágrimas, de felicidad).

Pero la noche acabó diciéndonos que ella necesitaba algo de cariño y de calor, que la Luna se enfriaba y nos necesitaba a nosotros para hacerla un poco más cálida en esa fría noche de un Otoño en Diciembre, y nosotros, obedientes, quemamos el frío.

Pasa una cosa curiosa cuando dos personas consiguen quemar el frío y es que el tiempo se hace muy relativo. Así la mañana, con su sencillo desayuno y el caminar entre las hojas la mañana se acurrucó en el cajón de las especias para dar paso a una tarde maravillosa, donde un lecho fue creciendo de tamaño y nosotros nos hacíamos cada vez más pequeños, más diminutos el uno con el otro, más unido tu tú con mi yo...

Y el pequeño travieso de las acuarelas quiso regalarnos una de sus últimas creaciones para dar lugar a grandes conversaciones en la oscuridad, hablando de cosas que ni entendíamos pero que nos hacían sentir la grandeza de lo que nos rodeaba y la cercanía del otro.

Realmente, lo que pretendo enseñaros con este recuerdo de felicidad es que realmente, el tiempo es muy relativo: puedes haber pasado sólo un par de días con una persona, que los días posteriores sin ella se te harán interminables. Puede parecer en ese caso, que el tiempo que estuviste con esa persona no existía el tiempo ni el espacio, que sólo estábais los dos.
Lo que pretendo deciros, es que si eso os pasa, habréis encontrado a vuestro compañero o compañera.

Si habéis experimentado esa sensación no dudéis en recordarle a esa persona lo importante que es para vosotros.

Así pues... Él... 
Chema... muchas gracias por ser mi compañero, contigo el camino se hace más fácil y merece la pena continuarlo, viviendo y creando historias y recuerdos. 
Te Quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario