sábado, 25 de diciembre de 2010

#6 Lugar mágico

Érase una vez que se era una historia real de hechos fantásticos.
Esta historia transcurría en un reino caótico y a veces lúgubre, que sin embargo era feliz y colorido para todos los habitantes menos dos. Estos dos personaje que a continuación presentaré no se conocían, pero veían la vida con los mismos ojos perdidos.

La vida transcurría feliz para todos los habitantes del reino que festejaban con gran alegría cada evento y se maravillaban por cada pequeñez y sencilla creación, pero sin embargo, para nuestros personajes hacía ya muchos años que cada hoja de árbol se tornaba mustia y seca y cada día de verano, frío y gris.

Ella creció acompañada de su pequeña pero amable familia. Desde muy niña soñó con cosas fantásticas, y disfrutaba correteando por los valles del reino imaginando ser princesa o ninfa que escapaba de las garras de un horrible y feo ogro. Preguntaba a los árboles por las metamorfosis de las mariposas y a la Luna por sus amigos los lobos. Creció entre libros y pinceles, era amante de magos, juglares, cuentacuentos, trapecistas y malabaristas. Creadores de ilusión siempre llenaron sus fantasías.
Siempre se relacionó muy bien con los niños y niñas de su pequeña aldea, pero nunca supo encontrar su "lugar mágico", como ella lo llamaba.
Un lugar mágico era un lugar lleno de luz y calor, tranquilidad, paz y sosiego, alegría y sueños, ilusión y fantasía, complicidad, intimidad y sinceridad. Para Ella su lugar mágico era tan solo el corazón de alguna persona que la acogiera tal y como era.

La pequeña niña creció y dejó el hogar. Siempre quiso viajar, ver mundo, mirar fijamente otros ojos, conocer otras historias, compartir vivencias y coleccionar recuerdos y anécdotas. Y así fue como dejó su hogar en busca de aventuras. Ella quería crecer y poder hacer sus sueños realidad, ampliarlos más allá de las fronteras que conocía como la palma de su mano.

Mientras tanto, en la otra parte del reino un pequeño de piel morena y sonrisa deslumbrante creció hasta convertirse en un muchacho apuesto con grandes dotes para ilusionar y hacer creer a cuántos le conocieran cosas maravillosas y fantásticas, irreales, mágicas.
Siempre fue un niño alegre, sonriente, amable, noble y cariñoso y se ganaba siempre el afecto y el cariño rápidamente de todos los que le conocían.
Su familia era numerosa y siempre se habían mantenido unidos, pero Él anhelaba ser recordado, hacer grandes hazañas que hicieran que su nombre fuese nombrado fuertemente durante el paso del tiempo y partió en busca de fama y enseñanzas.

Así fue como con pocas pertenencias, y despidiéndose tristemente de todos los que quería marchó en busca de su futuro, de su propio futuro, el que trazaría con sus manos y que haría crecer de forma armoniosa y equilibrada.

Ambos viajaron durante años, solos, creciendo y recopilando distintas y variadas anécdotas.

Ella aprendió a desconfiar de las personas, a no fiarse ni de su sombra, a hacerlo todo por sí misma, a luchar, a perdonar, a escuchar, a hacer ver a los demás lo importantes que eran para el resto de sus congéneres. Intentó en la medida de lo posible hacer sonreír y hacer felices a los demás. Su "lugar mágico" en cambio se hacía cada vez más difícil de encontrar.

Él aprendió también duras lecciones, que le marcarían en su camino, lo que le llevó a mostrarse desconfiado y apreciar mucho más las pocas pero intensas relaciones que tenía a su alrededor. Dejó de creer en el amor, y en consecuencia sus días se volvieron monótonos y tristes.

Sin esperanza y sin amor, un día, ambos llegaron a una pequeña aldea, de casas envejecidas y árboles gigantescos. La mayoría de los que allí vivían eran gitanos, por lo que la llegada de nómadas no les sorprendió y les acogieron con los brazos abiertos.

Fue en una noche de Verano cuando nuestros dos personajes se vieron por primera vez.
Entre el fuego y las historias de leyenda, la deliciosa comida caliente y el fuego abrasador, Ella quiso refrescarse un poco en el arroyo cercano y allí, en la orilla de piedras estaba sentado Él, intentando calmar un poco el cansancio. 

Cruzaron sus primeras miradas. No supieron qué decir ni qué hacer, tan solo se quedaron callados, mirándose, zambulléndose el uno en el otro con la imaginación, sintiendo la energía, la electricidad, el nerviosismo y nocturnidad. Cuando despertaron de su ensueño ambos, sin saber por qué y con los corazones acelerados se marcharon apresuradamente.

Pasaron los días y mientras Ella paseaba triste y desesperanzada, sin fuerzas ya para continuar su búsqueda se lo encontró en la pequeña Plaza. Estaba haciendo trucos de magia a los niños, que gritaban eufóricos y saltaban agitados a su alrededor. Él se dio cuenta de su presencia, y de que por su sonrisa surcaban lágrimas.

Al acabar, y sin pensar, sin decir nada, se acercó a ella, la miró, la cogió de la mano, le sonrío y le dio un pequeño beso en la mejilla. No se preguntaron nada, pero se entendían a la perfección.
Caminaron cogidos de la mano al principio, mientras Él intentaba que Ella se tranquilizara.

Entre los altos árboles Ella comenzó a sentirse mejor, como llena de paz y tranquilidad y Él empezó a bromear, a hacer juegos. Empezó a contarle, que justo en mitad del bosque había un campo lleno de margaritas muy bonito que haría que se calmase. Ella se sorprendió: era verano, y todo estaría marchito. Pero le gustaba su compañía y no quería que ese paseo se acabase nunca. Así que siguieron juntos el camino, riendo fuertemente, bromeando y jugando como niños, hablando de todo y de nada, pero al llegar al lugar, la cara del muchacho se tornó decepcionada: los pensamiento de la chica se había cumplido. Ahora le tocaba a Ella hacerle sonreír y en el camino de vuelta se desviaron un poco hasta llegar a un acantilado bajo el cuál pasaba un río.

Allí, la noche comenzó a cobijarles entre su manto estrellado, y el murmullo sirvió de sinfonía perfecta para calmar ambos corazones.

Él la hizo acomodarse, y Ella, que al principio se resistió, cedió a sus gestos de cariño. 
Así quedaron ambos, en silencio, mientras Él le acariciaba el pelo y Ella se aferraba fuertemente a Él, como rogando al cielo que ese momento no acabase nunca.

Cuando la Luna estaba ya en lo más alto y entre caricias, dulcemente Él cogió la cabeza medio dormida de Ella y la besó. No se conocían pero se reconocía, no hablaron en demasía pero se entendieron. Ambos se contaron entre miradas y sonrisas historias de desconfianza, dolor y temor, y también se afirmaron entre risas que juntos, todos esos sentimientos desaparecían. Quisieron unirse en besos y prolongar esa sensación, hacer ese momento único, solo de los dos, y se besaron hasta gastar los labios.

Ella sentía su corazón arder, palpitar con fuerza. Había encontrado su "lugar mágico" de la mano de un personaje de sus fantasías de niña.
Él, que viajó y desconfió del amor, empezó a creer que podía existir, que la vida le daba una segunda oportunidad.

Desde entonces, viajan juntos, amándose, queriéndose, sonriendo e imaginando juntos nuevas historias y aventuras que emprender.

Lo que siente Él por Ella no os lo puedo decir, pero lo que siente Ella lo se a ciencia cierta y lo puedo decir de buena tinta, porque es mi historia, nuestra historia.

Puedo deciros que mi lugar mágico está en el corazón de un hombre que me rescató, que me llenó de alegría, que luchó y venció ante el temor y el miedo, ante mi desconfianza. Mi lugar mágico está en unos ojos marrones, en una sonrisa perfecta que me hizo sonreír aquella primera noche un 11 de Septiembre, que está en una piel cálida, en sus susurros, en su forma de ser espontánea y alegre, en su forma de escucharme, de preocuparse por mi, de querer sorprenderme con cosas maravillosas a pesar de que le insista que Él lo mayor y más importante que me ha podido pasar. Mi lugar mágico está en Él. Y por Él pasé de temer a decir "Te Quiero" a querer aprenderlo en todos los idiomas. Por Él mi vida está llena de color, de paz, de alegría, de ilusión, de amor... Mi lugar mágico está en una persona que ama a los que le rodean, que respeta, que se apasiona por lo que le gusta.

Mi lugar mágico está en el beso de despedida que te dí en la noche de Navidad y que fue el punto y seguido para decirte lo que ayer, por vergüenza (me pone muy nerviosa) no pude decirle y quiero aprovechar para decir ahora:

Te Quiero, y quiero que sepas que estaré aquí siempre, aún cuando creas que no es así, en los momentos de temor y miedo estaré ahí para animarte, en tus momentos de duda estaré ahí para aconsejarte y decirte que puedes hacer lo que te propongas.

Solo quería decirte que Te Quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario