viernes, 31 de diciembre de 2010

#8 Recuerdos de confetti

Estamos ya a 31 de Diciembre de 2010, y hace 365 días, en la cena de Nochevieja, mientras brindábamos y deseábamos que, por favor, el 2010 fuese un año mejor, yo me llené de ilusión y de energía y grité entre risas que el 2010 sería un año fantástico, lleno de cosas buenas, en el que comenzaría muchas cosas importantes...
Mi madre me hacía callar un poco triste. El 2009 no había sido un buen año, en absoluto, y yo tenía muchas ganas de comenzar una etapa distinta, estaba cansada y fatigada de que la mayoría de las cosas fueran mal, y puse todas mis esperanzas e ilusiones en el 2010 que comenzaría a pocas horas de ese brindis, pero ella no quería anticiparse a los acontecimientos, haciéndome bajar de la nube antes de subir siquiera, para evitar una mayor caída. Lo cierto, es que no estaba física ni psicológicamente preparada para más caídas y tropiezos.

Lo cierto es que la celebración de Fin de Año pasada fue como todas las demás: nos quedamos en casa mis padres, mi hermano y yo y enmascarados aunque en pijama intentábamos bailar y pasar la mejor noche posible.
Me habían invitado a una fiesta en el pueblo de unos amigos, que insistieron en que fuera y pasase la fiesta con ellos, pero mi ánimo no era el más idóneo para ambientar una noche como esa, y tenía la sensación de que le hacía falta a mi familia en ese año concreto.

Así pues, el 2010 entró, con todas mis fuerzas, e ilusiones puestas en él. Si no se cumplían mis sueños ese año, pensaba, aunque no lo he reconocido hasta ahora, que la magia ya no existiría, que cambiar de ciclo no sirve en absoluto, que creer en los sueños es algo infantil y que no vale la pena ilusionarse por cambiar las cosas y esforzarse en conseguirlo. Sin embargo... el 2010 me ha enseñado a aumentar mi fe en los sueños, en las personas, en la magia y en todo lo bueno que este mundo puede ofrecer. Un solo año ha servido para curar muchas heridas y hacerme crecer en muchos sentidos.

El primer día del año, lo recuerdo muy bien, hice una locura, no de las que te tiras de los pelos al escucharlas preguntándote cómo ha sido capaz de hacerlo, sino del tipo de locuras que cuando las cuentas se te quedan mirando con caras raras, sin entender muy bien el significado que puede tener para ti mismo.
Recuerdo que el primer día del año, un amigo, al que por cierto, hace mucho que no se de él, se decidió a hacer algo muy divertido y que yo siempre había soñado con hacer: bailar ante las notas de "Strangers in the night" de Frank Sinatra junto a alguien en medio de la calle, mientras todos pasan y se nos quedan mirando, sin saber muy bien qué pasa.
Fue muy divertido, y mi cara encendida evidenciaba el nerviosismo junto con mi risa nerviosa. Bailé mal, muy mal, estaba demasiado nerviosa, pero nos lo pasamos muy bien, y por fin pude cumplir ese pequeño y tonto sueño.

Al llegar a casa recordé lo que alguien, justo el día anterior, me había dicho: "Según como sea el primer día del año, así transcurrirá el resto del año. Si es un día feliz, el año será feliz, y si no es así, todo lo contrario"
Lo cierto es que no quise echar mucha cuenta de lo que me decía, pero me pareció una idea muy sencilla y bonita. Pensando en esa frase me quedé dormida la primera noche del año, haciéndome creer a mí misma que así sería.

Así comenzaba Enero, y no fue un mal mes del todo.
Cumplí 18 años, otra de las cosas que no es que quisiera o no quisiera hacer, porque simplemente, si todo iba bien, iba a pasar tarde o temprano, pero era algo que de niña siempre había querido hacer, y mucho más los años anteriores de cumplirlos.
Todos me decían que en realidad nada iba a cambiar, que iba a seguir siendo lo mismo, pero a mí, me hacía mucha ilusión y así llegó el día. Debo confesar que creo que ha sido el año que más veces me han preguntado la edad y que, por mucho que decían que no iba a cambiar nada, lo cierto es que yo si he notado cambios, que se sucedieron a lo largo de todo el año, como finalizar Bachillerato, entrar en la Universidad y sacarme el carnet de conducir.
Para mí cumplir la mayoría de edad significa, que es en realidad lo que viene a significar, el reconocimiento por parte de todos de que eres adulto o, por lo menos, tienes la capacidad suficiente de tomar decisiones de forma autónoma e independiente, dejando de estar en parte al amparo de la ley y con una mayor responsabilidad en todos tus actos. 
Independencia, para mí la mayoría de edad ha significado independencia declarada y legal, como derecho y como deber.
También en Enero me examiné por vez primera del examen de conducir, el cual suspendí, y suspendería en repetidas ocasiones, lo que fue objeto de frustración y a veces desesperación durante gran parte de la mitad del año.

Pero llegó Febrero, y en este mes tuve la oportunidad de conocer un poco mejor a mis compañeros de Instituto. Sinceramente debo confesar que no era la chica más popular del colegio, peor tampoco me esforzaba mucho por serlo, destacar o intentar caer bien a todos. Entandamos que esto es muy complicado, y en un Instituto (aunque lo mío no podía llamarse como tal, puesto que era un colegio concertado, en el que estuve doce años inenturrumpidos) más aún.
En Febrero tuvo lugar una gran fiesta misionera creada y organizada por nosotros mismos para recaudar dinero para la ONG que habíamos creado el año anterior, y cuyo proyecto continuaba este año. Durante esa fiesta debo destacar entre otras cosas, la afirmación y la certeza de lo perdida, insegura y totalmente fuera de lugar que me encontraba.
No me gustaba esa sensación en absoluto, y lo peor es que no era una sensación nueva, pero ese día, justo ese día pude observarla con mucha mayor claridad y definición.
Si hay algo que destaque de Febrero fue mi deseo de esforzarme por salir de allí, por conocer otros lugares, a otras personas, por sentirme bien en un lugar, sin temor de que te miren mal o hablen sin saber nada de ti.
Sin embargo, en el mismo año que me di cuenta de esa obviedad, debo destacar la presencia de una compañera, que me hizo sentir realmente como parte de un grupo de alumnas que trabajan juntas, y que van más allá de la relación escolar, que supo darme los apoyos que necesitaba y hacer callar a cuantos hablaban.

En Marzo pasó algo que me hizo despertar.
Yo siempre he dicho que para mi los estudios son importantes no solo por el hecho aprender  y formarte intelectualmente, que es lo básico, esencial y fundamental, sino que para mí los estudios también eran importantes porque sería mi vía para crecer, para llegar a sitios lejanos y conseguir todo lo que pueda llegar a imaginar. Y en aquel momento para mi, mis estudios eran la única vía para salir de esos doce años de monotonía e historias varias.
Creo recordar que no llegue a suspender ni un examen hasta este año, y fue además un examen de matemáticas en el que me había esforzado muchísimo. Ese examen hizo no solo que suspendiera un examen, sino que me quedase completamente esa asignatura en ese trimestre.
Recalcar aquí el hecho de un simple examen puede resultar banal y simplemente anecdótico, pero me ayudó a confirmar sospechas respecto a algunas personas en relación con su actitud hacia mi, y sobretodo me ayudó a ver, que había dejado de ser esa cría que se ahogaba en un vaso de agua, que no le prestó más que la pequeña importancia que tenía y que fui capaz de retomar con fuerza una caída.
Mis profesores me ayudaron y mis amigos se sorprendieron de mi nueva actitud, un poco pasota para ellos, para mi relajada y objetiva.
Digamos... que estaba empezando a cambiar el orden de prioridades y los rangos de importancia respecto a según qué cosas.

Abril fue un mes tranquilo, radicalmente distinto, por suerte, al del año anterior.
Fue un mes para intentar coger aliento, y sinceramente, si me hubieran alertado de la cantidad de cosas que iban a pasar en los meses posteriores y al ritmo frenético en el que iban a sucederse, os aseguro que ese mes me lo hubiera pasado durmiendo en una cama los días enteros, en la playa tomando el Sol, meditando, haciendo yoga, relajándome, comiendo sano y recolectando fuerzas de todos los lugares posibles.
Pero no fue así, y mis días fueron totalmente normales, lo que quizás ahora me demuestre, que el ser humano está preparado para todo aunque conscientemente no se de cuenta.
Hubo tiempo para salir con los amigos, festejar y reír.

Pero Mayo, ese mes fue de total locura.
Todos iban con prisas y nos metían prisas, todo era agobios, exámenes por todos sitios, horarios, comidas insanas, noches en las que no se dormía, bibliotecas repletas de gente, libros y apuntes ya con las hojas desgatadas.
Los únicos colores que vi durante gran parte de Mayo fueron los colores chillones de los subrayadores, y los de los bolígrafos y lápices. La única luz que podría haberme bronceado hubiera sido en todo caso la de los fluorescentes de la biblioteca.
Fue un mes de estrés, en el que todos los profesores querían acabar cuanto antes cuando aún quedaban densos temarios por dar.
Pero también de emociones intensas, con esa mítica fiesta de despedida con todos los compañeras, de la cual existe un completo reportaje fotográfico, y en la cual pude volver a ver a profesores con los que hacía años que no trataba, como mi profesora de primero de primaria, que ante mi sorpresa, me reconoció en seguida, y a la cual recuerdo con sumo cariño como la mejor profesora que he tenido jamás.

Pero por suerte o por desgracia Mayo pasó y dio la bienvenida al temido Junio.
E hice Selectividad, esos odiosos tres exámenes en los que supuestamente tenías que demostrar todo lo que habías aprendido durante todos esos años anteriores, y además intentar sacar la mejor nota posible para poder elegir la carrera que quisieras. Debo confesar (estoy confesando muchas cosas con esta crónica que estoy haciendo al parecer...) que los exámenes, ahora que lo pienso fríamente y muchos meses después, no eran complicados en absoluto, pero en aquellos tres días, en los que casi en todo momento estuvo una compañera junto a mi, ambas dormimos fatal y muy poco, ya no sabíamos ni qué hacer, pero nos reímos, nos reímos muchísimos con nuestras idas y venidas. Doy fe, de que estudiar en exceso no es recomendable para la salud, peor hace que pierdas toda la vergüenza cuando quieres descansar con alguien de confianza. Por esos momentos, y por las experiencias durante esos días, en los que incluso llegué a conocer a gente entre examen y apuntes, la recuerdo gratamente. Además, el resultado no fue nada malo, en absoluto, más bien acabé muy satisfecha (excepto por Filosofía, que aún reclamando no quedé conforme).
En Junio también volví a reencontrarme con un amigo al que hacía tres años que no veía, uno de mis mejores amigos, la persona más parecida a mí que conozco.
Fueron unos días muy bonitos los dos juntos, paseando por la ciudad y contándonos todo eso que nos habíamos perdido el uno del otro.
Junio fue un gran mes: por fin acabé el instituto y estaba totalmente libre de Selectividad.
Además tuve la suerte de conocer a mucha gente fantástica que aún me acompaña y con la que disfruto enormemente de su compañía, y con la que puedo compartir y he compartido momentos realmente buenos.
Parecía como si poco a poco me fuera alejando de mi vida anterior para acomodarme a la VIDA, a mi camino, en el que no me importaría caminar descalza, natural, siendo yo misma sin miedo a nada.

Y llegó Julio, el que para mí es el mes del Verano por excelencia, más que Agosto, en el que ya se empieza a vislumbrar las obligaciones de Septiembre.
En Julio ocurrieron tres cosas importantes a mencionar: pasé a formar parte (¡por fin!) del voluntariado activo de Cruz Roja, me saqué (¡por fin también!) el carnet de conducir, y obtuve mi primer trabajo, dando clases particulares a una chica.
El hecho de ser voluntaria en la Cruz Roja es algo que siempre había querido hacer, pero sabía que si era menor de edad solo podría entrar en el Plan de Juventud, así que esperé a finalizar mis estudios obligatorios y a tener la edad suficiente para formar parte de ese gran equipo. Empecé a trabajar en una Casa de Acogida para mujeres inmigrantes en dificultad social, y más concretamente, en el cuidado de sus hijos. Lo cierto es que esos pequeños niños, de edades comprendidas entre seis meses hasta los seis años me dan muchísimo más de lo que yo puedo darles a ellas. Ni los juegos, ni los cuidados, ni las enseñanzas que las voluntarias podemos ofrecerles son equiparables a los que esos pequeños llegados de distintas partes de África pueden darnos. Simplemente, los días con ellos se convierten en adictivos, necesitas verles, estar con ellos, jugar, hacerles reír incluso, que te llenen el pelo de sustancias pegajosas, que te pinten las manos o jueguen con lo que lleves ese día.
Y si, por fin me saqué el carnet de conducir, justo el día de Santa Marta, en el día de mi santo, y es que quizás necesitaba fuerza divina para aprobarlo. Pero el hecho es, que al fin y al cabo, por fin pasaba a ser conductora oficial, con mi maravilloso y muy valorado carnet de conducir.
Respecto a lo de trabajar, aunque mi idea era ponerme a trabajar en Verano para intentar comenzar a independizarme económicamente poco a poco de mis padres en la medida de lo posible yo no lo busqué. Una tarde, llamaron a mi puerta, pidiendo que por favor, si era tan amable de dar clases de Matemáticas, Física, Química y Francés. Entusiasmada dije que si, no era la primera vez que daba clases, pues ya algunos compañeros en varios cursos anteriores me pidieron que les ayudase con Física, Química o Matemáticas para los exámenes de recuperación, aunque siempre, claro está, lo hacía de forma desinteresada.
Esta vez era distinto: me iban a pagar por enseñar (algo que me encanta, por cierto). La idea me encantó, y sin pensarlo, acepté.
Tenía un poco de miedo, pues la chica en cuestión tenía 15 años, y confiaba en que por favor, entendiera lo que le explicaba, y así fue, pues consiguió aprobar todas las asignaturas en Septiembre. Algunas con muy buena nota.
Me animó mucho, me mantuvo entretenida durante el largo verano y además, conseguí sacarme algún dinerillo para costearme todas las salidas de Verano y principios del Otoño.

El trabajo de las clases continuó en Agosto, pero veía que eso se iba a acabar pronto así que me busqué otro, y comencé a trabajar como Auxiliar de Servicios en un Estadio de fútbol. No es ni era un trabajo complicado, y solo es varias veces al mes, así que podría compaginarlo con las clases cuando comenzase la Universidad, y aún sigo trabajando en él.
Agosto fue un mes extraño, un mes en el que hice mucho daño a una persona que quiero mucho: mi mejor amigo. Él sabe por qué, y sabe que lo siento mucho, que lo intenté pero no pudo ser, porque en aquella época yo me creía incapaz de ser como él quería, de hacer lo que él esperaba. Desde aquí vuelvo a pedirte perdón por el daño que te hice, y lamento muchísimo, que nuestra relación, aunque lo intentemos, ya no sea la misma. Me gustaría que con el paso del tiempo esto cambiase, y cada vez nos sintiéramos más cómodos con esos recuerdos que ambos nos vimos obligados a crear. Desde aquí solo quería decirte que te quiero, y que siento haberte arruinado tu Agosto, y quizás, los meses posteriores.
En Agosto, necesité tranquilidad, y el mar me llamaba, así que me regalé una semana con mi familia en la playa. La disfruté muchísimo, y me sirvió para ordenar un poco mi cabeza, mis pensamientos y sensaciones, pues durante los meses anteriores se habían sucedido aceleradamente muchos acontecimientos.
Él Sol supo cobijarme, y el mar, con su sonido, con su aroma, con su frescor... me calmó por dentro y por fuera, me sanó y me llenó de fuerza. Me encanta el mar, siempre he dicho que lo único que le falta a mi linda ciudad es tener mar, para poder mirarlo y sentarme en su orilla a no pensar, simplemente a sentir y ser feliz mientras la espuma baña mis pies y la brisa marina acaricia mi pelo.

Al regresar, llegó Septiembre, y con él, llegaste .
Nunca me gustó mucho este mes, hasta este año; y es que haces que todo cambie y adquiera un nuevo significado.
Yo me imaginaba un Septiembre ajetreado entre los papeles de la Universidad, los nervios del primer curso y los preparativos típicos. Pero estaba muy equivocada creyendo que Septiembre sería solo eso.
De Septiembre recuerdo la vez que secaste mis lágrimas con un paseo en busca de margaritas, del primer beso robado, del segundo y del tercero regalado, de mis dudas y de mi incertidumbre. Recuerdo nuestras continuas visitas al Festival de las Naciones, que llegamos a conocerlo de memoria, de un anillo en un dedo, de los dos en el río hablando de cualquier cosa, de los besos de las despedidas, de necesitar verte cada mañana y preguntarme por qué te habías colado tan rápidamente dentro de mí. A veces pensaba que no era lógico y normal lo que estaba pasando entre nosotros, que quizás todo fuese un juego, pero un veintiseis de Septiembre disipaste todas mis dudas y dentro de mí se inició una festival de música y color que aún sigue festejando tenerte cerca de mí.
Me presentaste a todos tus amigos, que poco a poco se fueron convirtiendo también en los míos. A todos vosotros, solo puedo daros las gracias, por la acogida tan rápida, por tratarme tan bien y hacerme sentir una más. Me alegro mucho de haberos conocido a todos, y ahora, ya me veis, esperando a encontraros cada fin de semana para pasar un buen rato. Muchas gracias a todos, de verdad.
Y en Septiembre también, empecé la Universidad, claro está, iniciando de este modo mi primer curso en el Grado en Psicología, carrera que vivo con ilusión y con pasión, y en la que he tenido el inmenso placer de conocer a un grupo de compañeras fantásticas con las que compartir desesperaciones, horas de estudio, comidas en la cafetería y risas, muchas risas.

Y con Octubre llegaron el Otoño y las hojas secas.
Comencé a quererte, a amarte, a necesitarte en mis mañanas, en mis días, a esperar verte, a escuchar tu risa, tu voz.
En Octubre pasamos nuestra primera noche juntos, en Halloween, y fue una de las noches más bonitas que recuerdo en mucho tiempo.
Desde aquella noche debo decir que no duermo igual de bien que como lo hacía antes. Es más, después de esa noche, creo que no he dormido tan bien nunca.
Fue en Octubre cuando aprendí a decir "Te Quiero", esas palabras que siempre me habían dado pavor pronunciar, que se me agolpaban en la garganta con dolor para poder salir. Contigo, en cambio, esas palabras salían con fluidez, aceleradas, nerviosas y divertidas por recorrer el aire que hiciera llegar hasta ti mi mensaje.
Quise decírtelo de todas las formas posibles, y es que a mi el lenguaje, ya no se como decírtelo, se me queda corto para expresarme cuando la cuestión es hablar de ti.

Noviembre pasó con asombrosa fugacidad.
Las semanas pasaron a contarse en atención a los Viernes, y los Lunes eran doblemente odiados.
En la Facultad todo iba acelerándose también, y mi desorientación de las primeras semanas comenzó a disiparse. Disfrutaba cada una de las clases, y los lazos con mis compañeras se iban acentuando.
En Noviembre pude decir abiertamente que era feliz, porque era totalmente consciente de ello. En Noviembre me di cuenta que debía esforzarme por mantener y mejorar lo que tenía, fui consciente de que mi camino ya estaba siendo trazado y me sentí genial, en paz.

Y llegamos a Diciembre...
Sentía que estas Navidades iban a ser especiales, y por ahora, debo decir que lo están siendo.
Experimenté una nueva Nochebuena y nuevos días contigo, y rodeada de amigos.
En Diciembre pude reencontrarme con todos esos amigos que hacía mucho que no veía, y disfrutar de paseos por el centro de la ciudad viendo las luces de las calles y los comercios, comiendo helados mientras nos moríamos de frío y parándonos a ver espectáculos callejeros.
Estas Navidades también han sido distintas por otro motivo: el hecho de tener que estudiar para los exámenes de Enero-Febrero.
Por ahora, gracias al pequeño grupo de estudio que hemos formado unas amigas no va mal la cosa, pero da mucha pereza pensar que es Navidad y tenemos que seguir estudiando.

Sin embargo, esta noche, en contraposición al estado emocional del año pasado, me enorgullezco en anunciar que asistiré a una estupenda fiesta ambientada en los años '60 en la que todos hemos puesto mucha ilusión y ganas.
Tras esta larga crónica del 2010, creo acertar en afirmar que no existe manera mejor de despedir éste, que ha sido un año lleno de cambios y nuevas experiencias, que de la mano de personas dispuestas a disfrutar de una mágica noche sesentera.

Así, querido 2010, muchas gracias por ofrecerme la oportunidad de seguir confiando en los sueños, por demostrarme que con esfuerzo todo se consigue, que los verdaderos amigos siempre están, que la suerte es del que la busca, por haberme hecho crecer un poco más como persona, por haberme dado la oportunidad de conocerle, por haberme hecho disfrutar de grandes momentos con muchas nuevas personas que sin duda ya son parte de mi historia personal.

2011... solo puedo decirte, que espero no intentes cambiar nada de lo que el 2010 ha conseguido, me des fuerza para continuar por este camino acompañada de las personas que quiero, y que estoy dispuesta a afrontar todo lo que tengas guardado. Me siento con fuerzas y distinta a la Marta de hace un año...

Mamá, ahora si puedo decir, que el 2010, ha sido un año fantástico.



Feliz 2011 a todos

(PS: He aprendido a hacer estrellitas de Origami ^^)

1 comentario:

  1. Increíble ejercicio de memoria. Te admiro jajaja, en serio, yo sería incapaz de hacer algo así. No podría, no me saldría. Feliz año para ti también.

    PD: Bonitos pies.

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